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Sorolla por el camino de Proust

Sorolla por el camino de Proust

Sobre Joaquín Sorolla (València 1863, Cercedilla 1923), los valencianos construyeron su imaginario pictórico. La consabida luz en la orilla de la playa, las barcas de pesca con los bueyes y los niños con las señoras en el ejercicio nuevo del baño. Proust perseguía a las muchachas en flor por las dunas de Deavuille, y Sorolla recorrió las mejores playas españolas, de la Malvarrosa a Zarauz o Xàbia. Hay otro Sorolla, el de la Hispanic Society que, por fortuna, rescató la Fundación Bancaja para mostrarnos al pintor del costumbrismo en formatos gigantescos, una traslación de la pintura del xix que se aproxima al muralismo del xx. Y hay un Sorolla muy desconocido, el de las tablillas de Xàbia, donde se muestra más atrevido, menos realista, cercano a las vanguardias que ya están quebrando el arte y las formas de vida de su época.

Finalmente, y bajo el influjo de su mujer, Clotilde García, el pintor fija su mirada y su trabajo en el mundo de la moda. Es un gran retratista -y la fama y el dinero le vienen en su época de esta faceta-, pero también siente pasión miniaturista, al modo de los flamencos, cual Van Eyck, Sorolla pinta con detalle y energía los pliegues de los vestidos de las mujeres, las galas de sus retratados, los tocados. Sorolla pinta a Clotilde y a su familia, y a las grandes señoras de la época en sus salones, una mirada proustiana que se fija también en la moda au plein air, creando algunas de sus obras maestras, las damas vestidas con algodones, linos y gasas blancas con sus sombrillas por la orilla del mar. Una de esas escenas fue recogida admirablemente por Pepón Sigler para crear la escena de arranque del aburrido film de José Antonio Escrivá sobre las cartas de Sorolla. El tostón cinematográfico no hizo justicia a esas cartas, plagadas de apuntes y dibujos sobre vestimentas y sombreros, a través de los cuales el pintor describe la moda que vislumbra en sus viajes a los balnearios burgueses y que comenta, cómplice, con Clotilde.

Esas cartas, deliciosas, constituyen las pequeñas joyas de una exposición que hace justicia a ese mundo, el de Sorolla y la moda, que puede verse en el museo Thyssen Bornemisza, una muestra en coproducción con el Museo Sorolla de Madrid, donde se confrontan grandes óleos con figurines de vestidos de época procedentes de importantes museos, incluyendo el Victoria&Albert. Un refinado catálogo completa el trabajo, cuya aportación en torno a los cambios de mentalidad y estética en ese periodo que anuncia el nacimiento de la modernidad recuerdan, precisamente, trabajos de otro gran estudioso de la época, Javier Pérez Rojas, cuyos ensayos sobre el retrato elegante, a la playa o tipos y paisajes han desnudado las razones y costumbres finiseculares.

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