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Cenicienta en llamas La venganza del guionista

Cenicienta en llamas La venganza del guionista

¿Quién es Alberto Jiménez? El lector que se adentre en el denso entramado de historias que nos cuenta esta novela irá descubriendo hasta qué punto un personaje puede ser el alter ego del autor, sin máscaras ni tapujos. Como manda el tópico. Historias que se entrecruzan, circulan en meandros y círculos y llegan a un punto común.

Jordi Juan (Valencia, 1966), escritor de fuste y guionista profesional durante años, nos va a desvelar, ya desde el principio de este relato coral, que tiene mucho que ver con experiencias de su vida; sus pretensiones y también debilidades. Su abultado bagaje de inventor de historias para la televisión y el cine, sus visiones, en clave de humor negro, de un sinfín de situaciones alucinantes. El narrador nos asoma a una realidad que parece ficción. Un mundo prosaico, enloquecido y vulgar, que es el pan de cada día del esquizofrénico vivir contemporáneo.

El prota de la novela, Jiménez, se define a sí mismo como un guionista mercenario, y las trapisondas en las que lo mete el autor le convierten en un héroe literario que se entrecruza con una sucesión de personajes de todo tipo y condición.

Con lenguaje callejero y, en ocasiones, muy choni, Juan nos sumerge en su particular universo picaresco; en un interminable desfile de tipos humanos de ambos sexos, algunos tradicionales de la novela policíaca, y otros con toda su potencia cotidiana, y bastante cercanos al lector. Guionistas, mujeres de la vida, policías, golfos, amantes, traficantes, periodistas, políticos corruptos, sicarios? Y los hace deambular por escenarios que van desde las comisarías hasta las redacciones de los periódicos y la televisión.

Como un friso sociológico de nuestro tiempo, Juan se nutre de la actualidad más rabiosa para desarrollar una ficción en la que suceden muchas cosas por las calles familiares de la ciudad de Valencia.

Un jardín de historias cuyos personajes se cruzan de mil maneras. «Es una novela híbrida, mulata. Sus historias forman un mezcladillo que he agitado en un cóctel», ha declarado con ironía Jorge Juan. El autor no oculta su devoción por el mejor thriller americano y remarca su amor por el director de cine Robert Altman y su obra maestra Short cuts, basada en los relatos del gran Raymond Carver. Un hilo narrativo que no da respiro, un nudo de relatos que se bifurcan.

El mundo de los guionistas y de los ayudantes de producción de la televisión, las surrealistas costumbres de nuestra modernidad, relacionadas con las drogas y el sexo, desfila ante nuestros ojos sin solución de continuidad. En ocasiones el realismo y la eficacia de los diálogos delatan la experiencia como escritor de guiones de Juan. El autor nos devela su cambio de piel en esta historia. Es un ajuste de cuentas con su mundo profesional.

Si en su primera novela, Ángulo muerto, Premio Ciudad de Getafe 2016, Jordi Juan se ceñía al estricto estilo del thriller, en Cenicienta en llamas el novelista abre la perspectiva y elabora un bordado de situaciones que excede el género. El escritor tiene dicho que, con esta obra, pretende «bajar al suelo la idea romántica del detective». Lo consigue a base de utilizar una prosa muy cruda, que busca la complicidad con el lector; éste se identifica con su lenguaje cotidiano, sin florituras. El que se escucha en la calle a cada momento. Un esbozo de la realidad, sin alardes literarios, ni lenguaje afectado, y con un estilo deliberadamente duro, sin concesiones estilísticas, que recuerda a escritores como Chester Himes.

Con pasajes de un humor grueso y desabrido; situaciones delirantes, de cínico humor, en las que hay secuencias de gran realismo, como la de una escolar, muy preparada, que aborta el intento de violación de su monitor rijoso con su arsenal de defensas: espray de pimienta y un tasser eléctrico con los que reduce al agresor.

Tiene confesado el autor que este libro lo sacó de «la nevera», esa que tiene todo escritor en el cajón, y está actualizado con los eventos más escandalosos que en esta Comunidad han sido, entre ellos, la visita del Papa y otros horrores. No hay asunto de actualidad que se le escape al argumento. Además de su tono coral, numerosos personajes como salidos de un cuadro del Bosco, la historia pone al día los temas candentes de nuestra histérica sociedad.

Enganchados a los ansiolíticos, destrucción de tabúes sexuales, la compra de drogas a domicilio, la llamada telefarlopa, y otras lindezas. Personajes como el Zángano, el traficante; Zafra, el policía, Raquel, Manu..., transitan con sus muy humanos problemas y se acercan el estilo de los protagonistas de la novela río decimonónica. Jordi Juan nos transporta a universos distintos, y simultáneos. Hay excesos verbales de los personajes, boutades, escenas de dudoso gusto, pero necesarias para configurar el objetivo del autor. Narrador omnisciente que maneja a sus tipos como el titiritero de feria.

No se deja casi nada en el tintero. Intenta volcar en la narración la problemática de un mundo esquizofrénico, surrealista, imposible, estresante y de trágica comicidad. En la mejor tradición de la novela picaresca, Cenicienta en llamas apabulla por la feracidad y ferocidad de su lenguaje. La descripción de los dossiers que hojea su personaje, la investigadora Raquel, es elocuente: «Niñas forzadas por sus propios padres, padres forzados por niñas impropias, viudas intimando con sus mascotas, viudos ejerciendo de mascota íntima, esposas sodomizadas por los mejores amigos de sus maridos, maridos sodomizados por los mejores amigos de sus esposas; en fin, toda una panoplia de infidencias y desvíos carnales».

Es una prosa con mucha sal gorda, provocadora y desvergonzada, que refleja el delirio cotidiano. La capa de vulgaridad que se esconde tras las pretensiones más hipócritas. La novela de Juan es retablo de maravillas contemporáneas, pero también es denuncia. Las cuatrocientas páginas de este libro destilan un realismo sucio, recorren todos los palos y anuncian a un escritor con mucha ambición. Un guionista desencantado, que se ha tomado muy en serio el arte de escribir y que cruza con esta obra su Rubicón personal.

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