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Lecciones de mayo

Lecciones de mayo

El cincuenta aniversario de la denominada revolución de Mayo de 1968 no parece estar aportando ninguna novedad editorial destacada en el análisis de aquellos acontecimientos. No es sólo que los libros publicados sean sobre todo escritos testimoniales, en muchos casos de los que ni siquiera estuvieron en París en aquel Mayo caliente en el que se podía encontrar la playa bajo los adoquines o los universitarios, no sólo de París, sino también de México y hasta de los campus de Estados Unidos, España, Italia, Alemania, Grecia y otros trataban de llevar la imaginación al poder tratando de romper no sólo con la realidad política existente sino también con los modos de vivir con aquel mundo surgido tras la ola de prosperidad capitalista de la que el mundo desarrollado gozó tras la Segunda Guerra Mundial y que comenzaba a cuartearse en la década de los 60. No sólo no parece hallarse ninguna novedad importante en esta literatura reciente del 68, sino que, además, en muchos de los análisis publicados en estos últimos meses da la impresión que lo que tratan la mayoría de ellos no es sino blanquear aquella etapa revolucionaria, limitando su significado a un movimiento entre romántico y al margen de la realidad llevado a cabo por estudiantes franceses, mexicanos, norteamericanos o del resto del mundo desarrollado que protestaban y luchaban por una revolución sin causa justificada viviendo como vivían en sociedades de un alto nivel de vida en las que no sólo sus necesidades vitales estaban cubiertas sino que, además, como miembros de familias de la burguesía o de las capas más elevadas de las clases medias, tenían por delante un halagüeño futuro con la posibilidad de instalarse en buenas condiciones en sus respectivas sociedades. En realidad, se ha dicho y se vuelve a repetir en estos días (y esto tiene, sin duda, un punto de verdad, pero que limitado sólo a ello no deja de ser sino un reduccionismo) que aquellos acontecimientos no fueron sino solo una revolución cultural que trató de hacer realidad los valores de los sentimientos equiparándolos con los de la racionalidad instrumental imperante. Que en resumidas cuentas -dicen los que así interpretan Mayo del 68- que aquella explosión revolucionaria solo fue flor de un mes y nunca trató de ser en la realidad una verdadera revolución política y social que quisiera transformar radicalmente el mundo. Y esas críticas (lo cual es realmente muy significativo) provinieron tanto desde el socialismo burocrático de raíz estalinista, asustado por los acontecimientos de Praga, como de los sectores de la derecha liberal y de la socialdemocracia reformista que tenía como única meta política y social la consecución del estado de bienestar. Frente a estas interpretaciones blanqueadoras y reduccionistas, que vuelven a pretender ser hegemónicas con motivo del actual cincuentenario de aquellos acontecimientos, se alza la voz de los que mantienen su interpretación de aquellos hechos revolucionarios como un intento frustrado de un cambio radicalmente transformador. Para ellos, aquel proceso fue un acontecimiento global que se desarrolló en numerosos países con causas diferentes, pero con un denominador común: el descontento producido por los efectos negativos del declive en que comenzaba entrar, en esa década de los 60, aquella larga marcha triunfal del capitalismo tras la Segunda Guerra Mundial. Los escenarios de aquella crisis amenazante fueron múltiples: la ofensiva del Têt en Indochina, la Primavera de Praga, las revueltas estudiantiles con la famosa huelga general en París secundada por los obreros y acompañada con la toma de fábricas, las manifestaciones en México, Estados Unidos, Alemania, Italia, Grecia, España, Pakistán? Y específicas fueron también en cada caso las causas que originaron aquellos estallidos revolucionarios de dimensión global. Sin duda, causas inmediatas diferentes, pero todas con un origen común: los efectos negativos que estaba originando la evolución del capitalismo surgido tras el conflicto bélico mundial tanto el liberal del mundo desarrollado como el capitalismo de Estado surgido del burocratismo estalinista del socialismo realmente existente en el Este. Entre esas causas específicas que originaron los distintos focos revolucionarios del 68 habría que mencionar los negativos efectos que para la libertad política y cotidiana tuvieron las dictaduras de izquierda y de derecha; las graves consecuencias que, tanto para los pueblos que el neocolonialismo imperante en los 60 intentaba someter como para las propias sociedades de las metrópolis imperialistas, originó la descolonización en marcha; la falta de libertad real, no formal, que dominaba en las democracias occidentales, tanto como la ausencia de libertad formal y burocratización imperante en los regímenes del socialismo real; la segregación y el racismo imperantes que desencadenó la lucha por los derechos civiles en países como Estados Unidos y el descontento por la guerra de Vietnam; y, en fin, el ascenso creciente entre las mujeres de la conciencia del sistema patriarcal dominante o la de la sensibilidad ecológica nacida como consecuencia del impulso destructor del sistema capitalista industrial. Es claro, pues, que, para quienes interpretan el Mayo de 68 desde esta perspectiva, aquellos sucesos se entienden como verdaderamente revolucionarios e, incluso, consideran que muchas de sus demandas siguen siendo todavía hoy vigentes en la actualidad. Incluso muchas de las intuiciones y protestas del 68 no sólo siguen presentes hoy, sino que se han hecho todavía más acuciantes de modo que han sido el origen del desarrollo y las luchas de los movimientos feminista y ecologista actuales. Y han hecho cada vez más generalizada la conciencia de la necesidad de un cambio cultural, en el marco de una nueva realidad política, social y económica, que haga efectiva una sociedad que valore y promueva la expresión de verdaderos sentimientos personales y valores colectivos de la sociedad ante el creciente individualismo y uniformización social que genera el actual capitalismo globalizado. No es extraño, pues, que, en este nuevo aniversario, los que piensan el 68 como lo hemos analizado más arriba consideren todavía pertinente la reedición de un libro como 1968. El mundo pudo cambiar de base que fue publicado en el anterior aniversario de aquellos hechos revolucionarios. Libro cuyo contenido desarrolla un análisis bastante completo de aquel proceso revolucionario a través de 16 artículos y dos apartados, de reducidas dimensiones. Capítulos y apartados que abarcan desde la visión de conjunto de aquel proceso revolucionara hasta las concretas de los diferentes focos revolucionarios, con especial atención al caso español al que dedican una parte del libro con artículos de Jaime Pastor, Manuel Garí y Miguel Romero. Estos, como los restantes 17 autores del libro (entre los que tenemos otros nombres tan conocidos como Tariq Alí, David Bensaid o Pierre Rousset), no hacen sus análisis desde una óptica académica propiamente dicha, sino desde el compromiso con los planteamientos de la izquierda radical, además de haber sido todos ellos verdaderos actores en aquellos acontecimientos revolucionarios. Al contrario que muchos de los que hoy escriben sobre Mayo de 68, estos no es que pasaran por allí, sino que fueron verdaderos protagonistas de aquellos acontecimientos. En fin, a pesar de los diez años transcurridos desde su primera edición, estamos todavía con este libro ante uno de los análisis más completos del ciclo revolucionario del 68 con una interpretación de aquellos sucesos como una verdadera revolución que buscaba una transformación radical de la sociedad de su tiempo y cuyas demandas consideran todavía hoy vigentes

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