Carlos Maldonado pasó de ser un desconocido a un personaje popular tras ganar la tercera edición de MasterChef. Afirma que la televisión «te da una imagen, pero no te convierte en nada» y por eso asegura que él no es cocinero aún. Está en ello, como uno de los alumnos del máster en Cocina del Basque Culinary Center (BCC) de San Sebastián con el que fue premiado tras vencer el concurso televisivo el año pasado.

«El ser buen cocinero se demuestra de otra manera, no con una cara. Por ahora soy cocinero en formación», señala Maldonado en una entrevista dentro de este centro de la Universidad de Mondragón, donde el 28 de septiembre inició su máster, centrado en la técnica, el producto y la creatividad. Reconoce que la intuición le ayudó a salvar las carencias con las que llegó al programa de TVE, pero que lo que fue una valiosa herramienta para imponerse al resto de concursantes ha pasado a un segundo plano. «Esto es otro nivel, aquí la intuición ya no sirve, te puede guiar un poquito, pero lo que sirve es la perfección», comenta el joven manchego.

A largo plazo, su proyecto es montar su propio establecimiento y, aunque no se «cierra» a ningún producto, su opción es trabajar los de su zona, «dar bombo al lugar de donde vienes». Para Maldonado, su plan inmediato es el proyecto final del máster, que prepara con dos compañeros del BCC, una degustación del Camino de Santiago a través de una docena de platos, que arrancará en la localidad francesa de Saint-Jean-Pied-de-Port y finalizará en la capital gallega.

«Hemos hecho un plato por cada uno de los sitios que nos han llamado la atención, basándonos en el producto de la zona o en su historia», explica Maldonado, que precisa que, por ejemplo, se han servido del famoso milagro de Santo Domingo de la Calzada, ese que cuenta que cantó la gallina después de asada, para preparar su particular ave en pepitoria.

Aún le sigue sorprendiendo lo que le ha ocurrido en el último año: ha pasado del anonimato a tener 39.500 seguidores en Twitter. Y no es capaz de responder cómo está digiriendo esto de la fama. «Esto te da un 'boom' de imagen y ahora para mantenerse hay que trabajar el doble porque te han subido a un trampolín», manifiesta.

Resalta que lo mejor de MasterChef es que le ha cambiado su vida profesional, pero no la personal. Además sus compañeros del concurso se han convertido en amigos, incluida la competitiva Sally, que llegó con él a la final y al que consideraba su «archienemigo». «Vivo con Sally, si eso no aclara las cosas... Es una tía extraordinaria, un encanto de chica», ríe Maldonado, que comparte piso con la paraguaya ya que ella también está formándose en el BCC.