Los amantes de la arquitectura tienen una oportunidad imprescindible para conocer a Rafael Guastavino (1842-1908), un valenciano que se convirtió en el arquitecto de Nueva York. Precisamente ese es el nombre que titula el capítulo que mañana se estrena en TVE y en cuyo rodaje ha participado el Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia.

El arquitecto de Nueva York es la producción cinematográfica de Endora Producciones y gira en torno a este ilustre, aunque desconocido, máximo exponente de la arquitectura española en los Estados Unidos.

Mariano Bolant, presidente del CTAV, interviene en el documental que se emite en TVE, en el programa Imprescindibles de La 2, mañana a las 21.00 horas.

Los colegiados del CTAV ya tuvieron la oportunidad de disfrutar de la película en un preestreno restringido el mes pasado en los cines ABC Park de Valencia.

Imprescindibles es un programa en el que desfilan los nombres más celebres de la cultura española del siglo XX durante las etapas más significantes de su vida.

Es por ello que para grabar el largometraje sobre Rafael Guastavino se desplazaron a Valencia, ciudad natal del arquitecto y comenzaron con lo que describen como «una de las experiencias más intensas de nuestra vida». Los miembros del equipo de Imprescindibles descubrieron a un personaje casi desconocido y que sin embargo cambió el sistema de construcción en los Estados Unidos exportando una idea que bebía de una tradición constructiva milenaria, muy frecuente en el área mediterránea.

Este valenciano llegó a construir 250 edificios sólo en Nueva York y unos 1.000 en 40 estados. Un personaje del que se enamoraron desde el principio del rodaje porque la historia lo había olvidado a pesar de tener una obra arquitectónica impresionante.

«Tuvo una vida personal llena de amoríos, viajes e incluso cometió alguna pequeña estafa. Un auténtico vividor lleno de luces y sombras, un personaje perfecto», adelanta TVE sobre El arquitecto de Nueva York.

De su paso por Valencia partieron a Barcelona. Allí el arquitecto vivió sus años de formación para culminar en Estados Unidos, donde llegó sabiendo poco inglés y con pocos ahorros en los bolsillos. En Nueva York descubrieron in situ la etapa de esplendor. Lugares tan emblemáticos de la Gran Manzana, el Carnegie Hall, la estación de metro City Hall, el edificio de la Reserva Federal o el puente de Queensboro, llevan su firma.