Dos investigadores con bata blanca manipulan unos cables ocres con mucho cuidado en un laboratorio. Aparentemente son para evaluar a dos individuos sentados en una sillas, aunque éstos, una vez colocados los parches en su piel, pasan a una sala con luz cálida y una cama de matrimonio. Lo demás, „ya saben„ es historia.

Esta escena que podría formar parte de cualquier película erótica y barata, compone un lugar especial dentro del espectáculo visual de Masters of Sex, la serie de Showtime que narra la historia real de del Doctor William Masters (Michael Sheen) y Virginia Johnson (Lizzy Caplan), los pioneros doctores que investigaron sobre la sexualidad humana y realizaron métodos de terapia en la década de los 50.

Aunque la producción se toma bastantes concesiones a la hora de elaborar la historia de estas figuras, sí que retrata fielmente la sociedad americana de después de la II Guerra Mundial, donde el incipiente ascenso de la clase media y la economía marcan una serie de convencionalismos alienados con una religión y una política que alimentan la castidad y la torpeza a la hora de afrontar varios temas como el racismo o el sexo.

Virginia es una madre soltera inconformista que decide iniciarse en la Psicología tras descubrir su afán de búsqueda de la mano de su jefe, el Doctor Masters, un ginecólogo de renombre con malas pulgas y con un concepto de la rectitud llevado al extremo. La serie que cuenta además con Caitlin Fitzgerald (Libby Masters), Teddy Sears (Dr. Austin Langham) o la estupenda Annaleigh Ashford (Betty DiMello) entre sus filas, cuenta ya con cuatro temporadas. La cadena lanzó la última el pasado mes de agosto, y todavía no está clara su quinta renovación. ¿Lo mejor? Los dos actores protagonistas, ya que tanto Sheen como Caplan suponen una sorpresa. Los dos parecen haber pasado injustamente desapercibidos para la industria hasta el momento, sobre todo Caplan. ¿Lo peor? La novelesca trama, que acaba dejando a un lado la investigación para centrarse en temas maritales. Esta tendencia ha ido acrecentándose a medida que han pasado las temporadas, convirtiéndose en ocasiones en una mera serie de sobremesa. Porque ya saben, si se mezclan las mentiras, los pasados tumultuosos y las venganzas con lo erótico, el resultado es millonario. Quédense con las dos primeras temporadas.