En un reportaje reciente la califican como «la directora más rentable del cine español». Maria Ripoll (Barcelona, 1964) resopla cuando escucha la hipérbole pero ella misma reconoce que su oficio lleva epíteto: «Soy directora de cine comercial y estoy muy orgullosa de ello». Lo cuenta mientras se desinfla en una butaca del cine el Saler tras un pase de prensa. No ha visto repetida su película „llega justo al finalizar„ y confiesa que prefiere salirse de la sala en cada proyección. Sin embargo, hace unos días, en un pase para estudiantes en la Complutense, se quedó para constatar que el público «aplaudía en mitad de la película».

Presenta No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, adaptación del best seller de Laura Norton (es un pseudónimo y la identidad de la autora un enigma) que ya lleva treinta ediciones. «(Laura) nos ha dado carta blanca y ha quedado muy contenta del resultado», comenta la directora, que un día se encontró en su casa con Verónica Echegui, protagonista de la adaptación, vestida «con el look exacto» del personaje. La rodeó de Álex García, que además es pareja de la actriz, y de David Verdaguer, sorpresa dentro de la sorpresa en un filme reciente, 10.000 kilómetros.

Cuando se le pregunta a Ripoll qué es exactamente el cine comercial, dice que su objetivo «es llenar salas», también «corazones», y añade que «es duro hacer cine comercial en este país». «Como si fuera algo malo. Lo que creo es que hay que crear una industria para después hacer cosas más alternativas». Apunta a que el cine español tiene «mala marca» y que no se está practicando una «política de protección», como en países con industrias consolidadas como Francia o Corea del Sur.

Que se le califique con «la más rentable» tiene un motivo cercano: su anterior filme, Ahora o nunca, fue un bombazo en taquilla. «El productor (el mismo con el que ha hecho No culpes al karma), me propuso Ahora o nunca, que era muy mainstream para mí, pero yo quería hacer eso de llenar salas. Había muchos actores en el set y era muy difícil de rodar pero me dijo que si aquella película daba la campanada luego podría elegir. Ahora me dice que si la doy con esta, haremos segunda parte», y ríe levemente Ripoll como si algo le hubiera hecho intuir que, efectivamente, irá bien en taquilla.

A medio camino entre Bridget Jones y otras comedias como Despedida de soltera o El lado bueno de las cosas (las referencias que cita son todas norteamericanas), Ripoll impulsa una protagonista femenina en una comedia romántica (aunque reniega de la etiqueta), otro de los debe del cine español. Y todo porque se cruzó en su camino un bombazo editorial, aunque cuando ella lo leyó «casi no se había ni publicado». «Me sentía muy identificada con la protagonista porque transmitía mucha verdad y pensé que había una película», abunda una cineasta que ha ido afilando el olfato en dos décadas detrás de las cámaras.

«Nunca pienso en el resultado hasta que acabo la película porque si no, me bloqueo. A mí me gusta el proceso», es otro de sus mandamientos. Ese y la consciencia de que «si

das dinero (a las productoras) las puedes convencer más fácilmente». «Estoy en la línea de que el cine sea rentable y la fórmula es hacer cosas que la gente quiera ver», receta, como si fuera sencillo. Hasta llegar al karma había leído unas cuantas novelas a «las que le faltaba algo» y cuando sintió ese flechazo no paró hasta tratar de convertirla en un nuevo bombazo.