«Espero no tener que volver a hacer algo así mientras esté vivo». Esa fue la reacción de Woody Allen tras ver el resultado de su primera serie, Crisis in Six Scenes, producida por Amazon. «Fue mucho más complicado de lo que imaginaba. Subestimé la dificultad de ello. Normalmente hago películas. Pensaba que haría esto rápidamente porque es televisión, pero conlleva mucho trabajo, el mismo que hacer una película», confesó.

Lo cierto es que Allen tenía todos los recursos para que la «aventura» saliera bien: un buen presupuesto, un director con una ITV de sobresaliente „el cineasta, de 80 años, saca una película al año„, y un elenco actoral llamativo y mediático. Prueba de ello es la incursión de la cantante Miley Cyrus, la ex Hannah Montana, que decidió ponerse en las manos del director con tal de dejar definitivamente atrás su faceta de actriz de producciones adolescentes, tal y como ya lo hizo Kristen Steward (Crepúsculo) en Café Society, el último largometraje del directo.

El casting lo completó Michael Rapaport (Prison Break), John Magaro (Orange is the new black), y el propio Allen, que ha recordado a la audiencia la incontinencia verbal y la timidez de los personajes hechos a su propia medida. De hecho, el director no sólo decidió protagonizar su propia serie, como ya hiciera en sus películas, sino que se propuso ponerse ante el espejo para reírse de ese momento vital en el que decidió volver a escribir un guión para la televisión.

La trama ocurre durante los convulsos años sesenta del siglo pasado en Estados Unidos, donde Allen interpreta a Sidney J. Munsinger, un escritor frustrado que, vaya por dónde, dice que ha decidido pasarse a guionizar series de televisión para ganar más dinero y que presume ante su peluquero de tener una vida familiar perfecta. Obviamente, Munsinger acaba generando una cascada de líos amorosos y malentendidos durante seis episodios. En realidad, la serie es un largometraje al puro estilo de Allen troceado en «fascículos», lo que la convierte en una película que no se basta con el apelativo de «entretenida». Los chistes están, la estética también, pero el contenido se diluye fácilmente, lo que hace pensar que Allen ignoró que cada capítulo debía ser una «película completa» en sí misma, y no un rollo de cinta que se corta con una tijera de costura cada 30 minutos.

En las redes, la serie cuenta con una calificación de 4,9 sobre 10, aunque hay divergencia de opinión, ya que algunos críticos la han acogido como otra «refrescante» propuesta de Allen. La apuesta lo es, aunque al resultado no le quedado burbujas.