La serie Reinas, sobre la relación entre María Estuardo e Isabel I que estrenó TVE con resultados mediocres (1.947.000 espectadores, un raquítico 11 por ciento), pasará a la historia porque nadie la ha escrito. No tiene guionistas. Su ausencia en los créditos o en cualquier ficha técnica es clamorosa. E inquietante.

No vamos a especular sobre la autoría de los textos (más bien de manual de Primaria, aunque no tan sonrojantes como los de El final del camino) porque es más interesante preguntarse en qué se ha gastado el productor y aquí codirector José Luis Moreno los 2,1 millones de euros que cuesta cada capítulo, un presupuesto muy superior al de series mejores producidas por la cadena que pagamos todos los españoles.

¿Qué se le ha perdido a Moreno desembarcando en la historia de Inglaterra para contarnos con encorsetadas maneras y previsibles fondos la rivalidad entre dos de sus reinas, con Felipe II como convidado de cartón piedra? Y doblando a todos los personajes, para mayor escarnio. Cualquier parecido con The Crown o Victoria es pura coincidencia. Aquí hay un reparto inglés de tercera categoría (aunque hay actores solventes, algo habitual en la inagotable cantera británica), una realización inerte (se salva la fotografía de Javier Salmones) y una sucesión de escenas parlanchinas con vestuarios lustrosos, diálogos pomposos llenos de frases para la posteridad y una pasmosa falta de sentido del ridículo en revolcones eróticos (ese polvo entre paja de una cuadra sin que Isabel I se quite la tiara es digno de Torrente), aunque hay que agradecer la carcajada que provoca ese baile delirante de un grupo de nativos ante la reinona con una coreografía digna de cualquier programa de variedades del inefable Moreno.

Leo por ahí que el rodaje de Reinas estuvo lleno de problemas por el trato de Moreno a su equipo. Un documental sobre esa historia sería apasionante, no como esta serie poco seria, que, por desgracia, ni siquiera es lo bastante mala para ser divertida.