Los secretos, anécdotas y curiosidades que rodean a la profesión del doblaje cinematográfico y de televisión quedan recogidos en Anécdotakes, un libro de Salvador Aldeguer que responde a «casi todo» lo que el lector quiso saber sobre el doblaje «y nunca se atrevió a preguntar».

Así reza el subtítulo de un libro que, según declara su autor, está «dedicado al espectador medio», ese que lleva viendo «productos doblados» mucho tiempo y no se había planteado qué hay detrás de ellos. El objetivo de Aldeguer (Barcelona, 1960) es, en definitiva, «mostrar cómo es la profesión por dentro» porque considera que todo lo que hay escrito sobre el mundo del doblaje es excesivamente técnico.

Para ello, el autor, que ha prestado su voz a Martin Lawrence, a Antonio Banderas o a John Travolta, entre otros muchos astros, construye un relato basado principalmente en anécdotas e historias que ha vivido a lo largo de sus más de treinta años de trayectoria y que, dice, no son solamente comprensibles por los profesionales.

Entre ellas, anécdotas «terroríficas» como las relacionadas con «asuntos oscuros» que ocurrieron con el redoblaje de El Exorcista, despistes de pronunciación en el atril, traducciones erróneas o vivencias junto a compañeros de trabajo. También explica en el libro cómo es el doblaje de escenas tórridas en el cine porno porque, dice, «hay un cierto interés morboso» en ello y porque «cuando lo cuentas es más humorístico».

Anédcotakes (editorial Círculo Rojo) es también un homenaje a una profesión que, según su autor, desde hace unos años es «vapuleada», incluso desde dentro de la propia trinchera, como asegura en el libro, donde acusa directamente a algunas figuras públicas del mundo del cine y la televisión. «Estamos en el mismo circo y nos tenemos que quitar las telarañas de opiniones algo discutibles», dice en relación a quienes atacan al papel que juega el doblaje en España o a quienes lo acusan de impedir un mayor aprendizaje de otros idiomas.

Por esto, otra de las misiones con las que nace Anécdotakes es la de «esgrimir más la tolerancia de una profesión que da de comer a muchas familias» y que, en palabras de su autor, va a continuar durante muchos más años. «Lo bueno de esto es no imponer nada; para mí estaría tan mal imponer la versión original como la doblada. Siempre que sea como opción y no como imposición, creo que lo que hay que hacer es cuidar que ese producto sea lo más fiel a lo original y tratarlo delicadamente para que lo use el que quiera».

La tecnología, dice, «da la oportunidad de cambiar el idioma, de cambiar los subtítulos» y no hay por qué «cargarse» esa opción, pero tampoco dejar de doblar las películas.

Otra crítica común al doblaje proviene de aquellos cinéfilos que consideran que toda película extranjera pierde calidad con el doblaje, algo que según Aldeguer no siempre es así, pero dice que en su profesión ocurre algo parecido al fútbol: «Cuando hay un derby y no se habla del árbitro, se considera que es un árbitro excelente, pues con nosotros igual».

Sobre esto, añade que la intención de los dobladores no es tampoco mejorar la versión original, sino pasar desapercibido porque, además, les viene «de serie» el anonimato y se dejan «la vanidad en casa».