A los españoles nos puede parecer una excusa más para hacer una serie sobre la realeza, pero a los british les suena ridículo, disparatado y completamente hilarante. Para ellos, colocarle una corona a Carlos de Inglaterra, el eterno segundón de la familia británica según los tabloides, es algo cómico. No acaban de creérselo, y por eso funciona tan bien.

De hecho la BBC va a estrenar el próximo miércoles «King Charles III», la serie que plantea cómo sería el reinado del hijo mayor de la reina Isabel II tras su fallecimiento. Imaginen llegar al inalcanzable trono a los 70 años -actualmente cuenta con 68 años de edad-. Como cabía esperar, en Buckingham se han puesto tensos. Y no es para menos, porque la producción menciona a Diana de Gales, recrea el funeral de la Reina y representa a un Guillermo (Oliver Chris) y a una Catalina de Inglaterra (Charlotte Riley) recelosos de poder. La incomodidad de la familia real se debe - en mayor medida- a la representación de este matrimonio de conspiradores. Una imagen que dista mucho de la que Buckingham quiere transmitir de los royals más aclamados de Europa.

La producción sólo es la copia de la obra teatral de Mike Bartlett, estrenada en 2014 con éxito. El propio director de la pieza y de la adaptación televisiva ha admitido que muchos actores han rechazado participar en ellas por miedo a truncar su carrera ante una posible polémica.

Para apaciguar los ánimos reales, la BBC mantiene una persona en contacto directo con Buckingham. Al parecer, la casa real únicamente habría querido sentarse a hablar sobre el entierro ficticio de Isabel II. La cadena ha asegurado que ha preservado el decoro de la escena, y que la ha suavizado.

Tim Piggot-Smith, laureado actor británico, es el que se ha puesto en la piel de Carlos de Inglaterra, como ya hiciera sobre las tablas. Sin embargo, no podrá ver la reacción del público, ya que el veterano falleció hace apenas un mes, incluyendo así más expectación mediática en torno a la producción.

¿Temido o amado?

En la serie, Carlos de Inglaterra llega al trono en un momento especialmente delicado para la sociedad británica, ya que el primer ministro propone legislar para poner límites a la libertad de prensa. Ante este órdago a la democracia y a la libertad de información, el monarca deberá decidir si ganarse la fama de villano o de figura ilustrada. Los que ya han visto la obra de teatro lanzan spoilers en dirección a un perfil de soberano déspota. No sería de extrañar esta falta de apego del Príncipe de Gales hacia los comunicadores de su país, pues ya lo dijo una vez su padre, el Duque de Edimburgo, en un acto en la República Dominicana: «Vosotros tenéis mosquitos, nosotros tenemos periodistas».