Álex de la Iglesia repite en las salas españolas por segunda vez en 2017; tras El bar, el vasco firma ahora Perfectos desconocidos, una película coral que gira en torno a la pérdida de intimidad que acarrea la vida pegada a las redes sociales; los secretos, como balas, y los móviles, «como pistolas».

La nueva película, la número 15 de su carrera, incluido un documental sobre el futbolista del Barcelona FC Messi (2014), cuenta una cena de amigos en la que alguien propone dejar los móviles encima de la mesa y que todos accedan a «sus secretos»: llamadas, sms, whatsapps, notificaciones de Instagram o Facebook.

Se trata de la versión española de una taquillera película italiana del mismo título, dirigida por Paolo Genovese, un encargo de Telecinco Cinema con quien De la Iglesia vuelve a trabajar después de Los crímenes de Oxford.

«En el momento en que te pones a rodar la haces tuya; es muy mía», asegura De la Iglesia sobre la película que se estrena este viernes.

El guion ha sido transformado por el propio director junto a Jorge Guerricaechevarría, aunque muy poco, dice, lo justo «para meterle un momento más Capra, más sobrenatural», en este caso, la luna llena gigante y roja que preside la cena.

En el reparto, actores que nunca habían trabajado con el vasco como Ernesto Alterio y su pareja, Juana Acosta, además de Eduard Fernández, Belén Rueda, Eduardo Noriega y Dafne Fernández; también está Pepón Nieto, que repite con el director vasco después de Las brujas de Zugarramurdi y Mi gran noche.

«Es una especie de alter ego», apunta De la Iglesia. «Siempre que pienso en alguien que es absolutamente encantador, le llamo». El personaje de Nieto da una de las claves de la comedia: las nuevas tecnologías nos mantienen permanentemente conectados con tal cantidad de gente que vivimos en una continua situación de angustia. «Esa es otra aportación mía al guion», confiesa De la Iglesia, «en mi caso, puede que tenga en WhatsApp a cientos de personas, y me están saltando los mensajes constantemente. Y no puedo. De algún modo, las redes te obligan a una vida en común, tu ya has vendido tu alma, has enseñado tus fotos y has fanfarroneado con lo bien que te lo pasas». «Pues luego eso te pasa factura. Y de eso habla la película -resume el director- de la pérdida de la intimidad. La gente cree que hay que ser sincero, pero no debemos compartirlo todo, no es necesario».