La Fundación Valencia CF, creada en 1996 por el catedrático de Derecho Juan Martín Queralt con el objetivo de velar por el reparto democrático de las acciones del club, murió ayer como tal. Aunque en realidad sus principios fundacionales quedaron ahogados cuando asumió la propiedad del Valencia tras la ampliación de capital de 2009, ahora ya ni siquiera será un órgano paralelo que vigile, de cualquier modo, la situación accionarial del club de fútbol con más peso social de la Comunitat Valenciana. A partir de la Junta Extraordinaria del 1 de diciembre, una vez se formalice la venta de la sociedad a la empresa Meriton Holdings Ltd, el Patronato será absorbido literalmente por el «nuevo» club. No tendrá comisión ejecutiva, ni patronos institucionales, ni tampoco vicepresidentes, como hasta ahora. El primer paso llegó ayer con la dimisión de los 19 patronos, que se hará efectiva en la asamblea, y el cambio de estatutos, que convierten al Patronato en un apéndice de la entidad de Mestalla. A partir de ahora, no tendrá más de 7 patronos en ningún caso y todos serán nombrados directamente por el Consejo de Administración que ha de formar Meriton en la citada junta extraordinaria.

«Siguiendo el modelo anglosajón, pasa a convertirse en una fundación de patronos invitados, hasta un máximo de siete, que serán nombrados por el Consejo del Valencia por un año pero sin limitación temporal», explicó ayer Aurelio Martínez, que dejaba ayer su cargo a disposición del Valencia una vez ha presentado la dimisión. Ahora será el futuro Consejo el que decida si cuenta o no con él para liderar una Fundación sin autonomía, al estilo de las del Real Madrid, Barcelona o Athletic Club de Bilbao. «Los nuevos propietarios del club lo son también de la Fundación porque su actividad viene por los convenios bilaterales con el club y parecía razonable que la fundación, como en el resto de grandes clubes, pase a ser del Valencia», explicó. Es la forma de proceder, también, de la mayoría de fundaciones de las grandes empresas.

Adiós, por tanto, a la presencia de patronos que representan a las instituciones, ni a los de libre designación. El dirigente reconoció que, a diferencia de lo que ocurría hasta ahora, «no va a haber patrones institucionales, y afirmó que si alguna entidad quiere formar parte de la Fundación «deberá aportar fondos» y será el Consejo de Administración del club el que decida si entra. Su financiación estará sostenida, en parte, por el propietario. Lim se comprometió a dotar de un millón anual durante los primeros seis años a la institución.

El nuevo orden que imperará en la Fundación se adapta a la estilo «anglosajón» que adquiere el Valencia con la adquisición de la mayoría accionarial por parte de Peter Lim. Como ocurre con el Consejo, la Fundación refleja ahora en sus estatutos la posibilidad de celebrar las reuniones «por videoconferencia».

Poco o nada tiene que ver hoy la Fundación del Valencia con el germen plantado por el catedrático de Derecho Financiero Juan Martín Queralt, impulsor y primer presidente de la Fundación, constituida en 1.996 con un espíritu de independencia respecto al club. La esencia de aquel patronato era la de «democratizar al club, extender el accionariado y mantener la titularidad pública de lo que siempre ha sido público», según anunció el propio creador del invento. Tampoco buscará la anunciada democratización del club que anunció Federico Varona. Es una palabra que ya no cabe en el diccionario valencianista tras la venta.