Angloma fue el ídolo de toda una generación en Valencia y todo un «dios» en Guadalupe. Allí reside el exjugador, allí invierte y allí educa. Ayer, la «gacela» llevó a Mestalla a unos doscientos niños de la mayor isla de las Antillas francesas; allí les relató su paso por el Valencia y marcó la cima a la que pueden llegar si maximizan su enseñanza en la Fundación Evofoot en el que él está plenamente involucrado. Y es que, ese es el motivo que ha motivado el regreso del exjugador a Valencia ya que su Fundación está participando en El Puig en un torneo „ para menores de 17 años y para menores de trece„.

Feliz y satisfecho, el francés de 49 años, disfrutó de su vuelta a Mestalla y sobre todo de comprobar cómo la gente lo quiere y lo recuerda. «Es un placer haber podido estar aquí. Estoy tan feliz por haberme reencontrardo con tantos amigos que poco puedo decir», lanzaba mientras un grupo de «cuarentañeros» lo vitoreaba y se hacían fotos con él a la salida del estadio. Y es que, Angloma representa una época pasada que el aficionado ansia revivir. Con Angloma, el Valencia disputó dos finales de Liga de Campeones, un Liga, una Copa del Rey y una Supercopa. «Todo lo que hice, lo hice con mucho placer y sobre todo por la gente que siempre nos animó y apoyó muchísimo», apuntaba tras vivir el empate desde el palco. Allí, vestido con vaqueros, camisa blanca y americana azul, volvió a escuchar como la grada le ovacionaba y entonaba al unísono el «uh, ah, Angloma, uh, ah, Angloma» que hace casi dos década atronaba en Mestalla cuando el francés cabalgaba por la banda derecha.

Fue el ambiente, unido a la nueva imagen del campo, lo que más sorprendió al exjugador. «Es increíble cómo se viven ahora los partidos. Me ha encantado», afirmaba el exjugador al que, durante el descanso, Amadeo Salvo entregó una placa conmemorativa de su etapa como valencianista (1997-2002). Un cuadro en el que aparecía una imagen en la que Pellegrino, Carboni y Vicente lo levantaban a hombros el día de su despedida.