Castigado con una expulsión exagerada y un gol en claro fuera de juego, anoche en el Nuevo San Mamés el Valencia únicamente pudo sumar un punto que sabe a muy poco. No solo por el regusto amargo de la decisiva actuación de Teixeira Vitienes. También por el valor que tenía una victoria que habría sido muy peleada y sufrida, plantando cara al coraje del Athletic Club. Pero sobre todo porque aumenta el alto peaje clasificatorio, tras el empate pasado ante el Villarreal y el empuje de Atlético y Sevilla. Hay que asumir la injusticia, porque el fútbol al final acaba siendo equitativo, vino a decir esta semana Marcelo Bielsa a sus jugadores del Marsella para levantarles el ánimo. Pero en la cruda realidad de detalles así, como los que se vieron ayer, te va todo el trabajo de todo un año. Y no es justo.

Se sintió dominador el Valencia en el arranque, tocando el balón como quien ensaya pasos de baile. Con agilidad y una buena sincronización, agradándose por momentos en un escenario que, siendo nuevo y moderno, conserva el aroma clásico de su predecesor. Contribuyó la elección forzada de Nuno por poblar de talento su «once» inicial. Sin Parejo, reeducado en tareas defensivas, ni Filipe Augusto, a quien el entrenador hace tiempo que le perdió la fe, en la alineación valencianista se imponía una voluntad de desbordar al rival con la posesión. Un objetivo que nunca es sencillo en San Mamés, donde los rivales suelen desorientarse ante la marea de fútbol vertical de los bilbaínos. Dos referencias se hacían sentir en el Valencia. André Gomes había retrasado su posición para iniciar las jugadas. Aportó pausa y criterio, con esa serenidad de futbolista veterano que juega con la cabeza levantada y sin necesidad de correr. Por otro lado, a Rodrigo se le vio muy suelto en la mediapunta. Por dentro el exbenfiquista está más participativo, toca más el balón que cuando cae a banda y sus apariciones son más breves y explosivas. Ayer ofreció destellos para dar ese último pase en profundidad hacia el desmarque de Alcácer.

Si algo se le podía reprochar al Valencia, en todo caso, era más picante a la hora de rematar. Únicamente se contabilizó en la primera parte un chut desde el vértice del área de Alcácer, rechazado con dificultades por Iraizoz, que hasta el momento había intervenido para despejar, como un líbero, algunos pases en dirección al de Torrent.

La lesión de Piatti cambió el rumbo del partido. A partir de ese momento el protagonismo del Valencia se iría diluyendo entre lances accidentados, como el que minutos antes había dejado a André Gomes con una brecha en la cabeza por un codazo involuntario de Otamendi, que nunca hace rehenes. Sin Piatti, Rodrigo se fue al extremo y su lugar fue ocupado por De Paul, que acabaría siendo clave pero entró algo intermitente. El ambiente se crispó con las faltas señaladas en ataque sobre el Athletic, en los vibrantes duelos de Mustafi y Otamendi con Aduriz, que se ganó la amarilla con sus quejas. La caliente atmósfera aumentó el ímpetu del Athletic, que ya marcaría en los últimos minutos de la primera parte el decorado que acompañaría al encuentro durante muchos minutos. Se había roto el dominio posicional del Valencia, con balones colgados por Unai López o Ibai hacia Aduriz y el joven Williams, que tuvo otro de los duelos de la noche con Orban, a quien le van los partidos combativos.

El Athletic dobló su coraje tras el paso por vestuarios. La avalancha de juego directo sorprendió al Valencia, arrinconado en su área, sin saber cómo quitarse de encima el ardoroso asedio del Athletic. Diego Alves respondió con una palomita al cabezazo de Etxeita. Pocos minutos después fue Otamendi quien, providencial, sacó bajo palos el primer balón aéreo en el que Aduriz pudo marcar los tiempos y enviar el testarazo al palo contrario, con Alves batido y San Mamés preparando su rugido.

En un movimiento de ajedrez que ya realizara en el partido de la primera vuelta, Valverde introdujo a Beñat en el campo, para acabar de falcar el dominio rojiblanco y evitar lo que, en realidad, acabaría pasando, que el Valencia asestara una dentellada furtiva (casi) definitiva. El tanto nació en una acción peleada por Orban y Rodrigo y que la dejada, sin tocar el balón, de Alcácer convirtió en medio gol. De Paul, incorporado en la segunda línea y libre de marca, la ajustó al palo. Con el 0-1 Valverde se la acabó de jugar, acumulando atacantes a la desesperada con el añadido de Borja Viguera. Nuno replicó sacando a Negredo, para alargar el campo y relajar los últimos minutos. Con el Athletic volcado y excesivamente nervioso, Rodrigo contó hasta con tres ocasiones, muy claras, para sentenciar el partido. El gol no llegó y el desenlace de un partido siempre azaroso se adulteró con las decisiones de Teixeira Vitienes, desde el momento en el que enseñó de forma incomprensible la roja directa a Otamendi, tras recibir una plancha y llegar al balón antes que su rival. El colegiado se dejó llevar por la dramatizada reacción posterior con tangana de los locales.

Para rematar la faena, en el último minuto y en plena ofensiva local se dio validez al gol de Aduriz en clarísimo fuera de juego. Qué intolerable final. De chiste.