Peter Lim levantó el puño, levantó sus dedos pulgares como señal de victoria, con respeto, sin la locura que se vivió sobre el césped el día en que se certificó el derecho a disputar la previa de la Champions. Aunque luego no se salvó de acabar empapado en el vestuario. Rufete también recibió sus felicitaciones en un palco de autoridades que respiraba la calma que era imposible de contener sobre el césped, en la esquina donde se ubicaron el millar de aficionados desplazados a Almería. Tanta tensión seguramente es evitable, pero también es lo que hace diferente al fútbol. No fue el mejor partido, se percibía la tensión en los futbolistas, conscientes que no entrar en Champions era un fracaso. Llegar al último día con todo en juego supuso un aliciente extra que casi se convierte en desgracia. No salía nada, pero la explosión final, valió la pena. Aunque el pitido del árbitro se hizo de rogar.

Cuando el Valencia CF se retiró al descanso, bastaba con ver los gestos de los futbolistas para percibir que no estaban satisfechos. Más allá de haber igualado en dos ocasiones los goles del Almería, se sentían agarrotados, sin fluidez en la circulación de balón, sólo „que no es poco„ funcionaba la estrategia. La tensión era máxima. Cualquier falta provocaba una sobrexcitación, era imposible agarrarse al banquillo, los suplentes tenían muelles en su asiento. Chispas saltaron también cuando Dos Santos derribó a Alcácer dentro del área, sin que el árbitro considerara nada punible y Verza le tiró el brazo, provocando una tangana que acabó sin cartulinas. Bastó simplemente con detener el juego y advertirles, como ya hizo el árbitro con Thomas tras dos entradas a destiempo en sólo dos minutos. Luego llegó el intercambio de golpes, siempre por los locales en primer lugar, menos atenazados ya que sólo les valía la victoria€ y esperar, como el Valencia CF, que se pasó todo el partido mirando de reojo cómo iba el Málaga. A cada gol encajado, Mustafi se dejaba la voz levantando al personal, Javi Fuego arengaba con las manos, Negredo y Orban se ponían de pie en el banquillo para quitar presión a sus compañeros y recuperaran la fiabilidad que había faltado hasta ese momento. No se cumplía con la obligación de ganar, y eso acabó provocando la decepción también entre los dirigentes.

Amadeo Salvo, Kim H. Koh y Manuel Peris gesticulaban al descanso claramente que lo que estaban viendo sus ojos no les gustaba nada. Pero lo peor aún estaba por llegar, ya que el Sevilla aún no se había adelantado en el marcador, lo que obligaba al Valencia CF a ganar sí o sí. La variante táctica a la que recurrió el técnico al descanso, juntó a Negredo con Alcácer sacrificando al gris Enzo Pérez. No cambió nada el escenario. Y a pesar de que sobre el césped no sabían qué minuto era „los videomarcadores sólo mostraban el resultado„ aumentaban los nervios, pero tampoco era un asedio sobre la portería del meta Rubén, que sí sacó su manopla para despejar un remate forzado de Alcácer. Nuno seguía todo el partido de pie, inquieto, hasta que llegó el momento del sprint cuando Alcácer envió el balón dentro de la portería en un mano a mano con Rubén. Fue un punto de inflexión, esta vez no fue injusto como en épocas anteriores, pero el Valencia CF está de vuelta. Y hay que seguir creciendo.

Rufete no le quitaba ojo al teléfono y vio los goles del Sevilla

No es fácil estar en el palco sin poder ayudar, como hacía en su etapa como futbolista. Rufete sufrió muchísimo, no le gustaba lo que veían sus ojos en el estadio y recurría al teléfono móvil para repasar los resultados e incluso ver alguno de los goles del otro partido que les incumbía: el Málaga-Sevilla. Eso ocurrió, entre otros momentos, con el segundo gol del Sevilla anotado por Banega, que el Manager General Deportivo visualizó con su teléfono móvil, sentado en la fila de detrás de Juan Cruz Sol y Luis Cervera, con los que comentaba las situaciones, pero al final se fundieron todos en un abrazo cuando llegó el pitido final.