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El borde del área,

En verano

En verano

Llegan los calores y el tiempo de decisiones. Y con la final de la Champions se marca el final de la temporada (salvo en la segunda división española, que aquí vamos aparte) y el comienzo de la siguiente.

Llega por tanto el tiempo de tomar decisiones tanto a nivel individual como colectivo. Decisiones que a la larga producirán consecuencias, que no por esperadas acaban siendo menos lamentadas.

En verano, por ejemplo, se toman las decisiones sobre la ubicación y duración de los campeonatos. El fin de semana del 15 de agosto parece el propuesto por la Liga (o sea por Tebas) para comenzar el campeonato 2015-2016. Lo más normal es que se diga que sí a todo el calendario propuesto. Como si el agosto español fuera el de otros lugares de Europa y poner partidos a las 12 del mediodía, a las 4 o a las 5 de la tarde fuera bueno para los que juegan y los que van a la grada.

No importa. Los presidentes pegarán la «cabotà» y admitirán no sé cuantas jornadas en miércoles y jugarse media vida en el tramo final de la liga en pocas semanas. Exactamente igual que ocurrió esta temporada. Sólo que corregido y aumentado porque esta temporada hay Eurocopa al final del camino y habrá prisa por acabar. Da igual, se aprobará el calendario por muy descabellado que sea si se analiza fríamente. Nadie osa estudiar las posibilidades y consecuencias de esos actos y ponerlas en duda u objetar. Los presidentes van, votan lo que les dicen que han de votar, y aprueban hacerse responsables si hace falta de la muerte de Manolete. Sin una sola objeción. Sólo pataleo cuando lleguen los rigores de la acumulación de fechas sin sentido y la situación no tenga arreglo ni vuelta atrás.

Siempre sospeché que en esas reuniones estivales se está más pendiente del reloj y la comilona, que de aprobar medidas que favorezcan a la competición. Hoy llego a la conclusión de que es simple y pura sumisión al sistema. La trampa se tejió muy bien y con mucha paciencia durante años y en la actualidad tiene pocas fisuras. Todo para los grandes a costa de los pequeños. Y los pequeños, incapaces de unirse, lo siguen consintiendo.

Y si no que le pregunten al Elche. No seré yo quien diga que el club ilicitano obró de manera correcta. Pero si el fútbol español le debe 550 millones a Hacienda, alguien debería explicar porque los 13 de los ilicitanos penalizan más en consecuencias que los 537 restantes.

No lo merece nadie del Elche. Y nadie merece el desprecio de que le den la espalda cuando vienen mal dadas y pidas comprensión. Nadie, ni siquiera jefas de prensa especialistas en lucir palmito o algún entrenador bueno pero ingrato que en su día sí pagó con esa moneda. Ese frío del desprecio al necesitado no merece sentirlo nadie.

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