El Valencia ya es un equipo de Liga de Campeones. Se inicia una nueva aventura. La más ilusionante. La más gratificante. El Valencia, tres años después, regresa a Europa y mañana, en un sorteo en el que por primera vez habrá cinco equipos españoles, conocerá a sus rivales en la fase de grupos. La ilusión con la que arrancó el proyecto de la pasada temporada y que con el devenir de la competición se transformó en objetivo, ya se ha materializado. Y que dure.

Peter Lim, que al finalizar el partido se acercó a saludar a la grada a los más de mil valencianistas que hasta Mónaco se habían desplazado, consigue su primer reto como accionista mayoritario: colocar al Valencia entre los mejores equipos de Europa. Y la clasificación, además, tiene premio económico. El Valencia, como mínimo, ingresará catorce millones de euros y en la fase de grupos puede ganar otros nueve.

La aventura hacia Milán acaba de empezar. Pero hasta iniciarla se sufrió. Y es que, del gozo inicial por el recital del arranque se llegó a la asfixia en el tramo final y al éxtasis al ver conseguido el objetivo. La imagen de una eufórica Layhoon Chan, con la bufanda al cuello ante una afición enloquecida que coreaba «presidenta, presidenta», recordaba que los sueños se cumplen y que, como se repite una y otra vez el vestuario, la unión hace la fuerza.

Fue Álvaro Negredo quién congeló al Mónaco. Sólo habían pasado cuatro minutos cuando el delantero se anticipó, en el pase atrás de Fabinho hacia el central, controló el balón, miró al frente, pisó el área y , en toda una obra de arte, se inventó una vaselina para superar a Subasic, que estaba algo adelantado, y abrir el marcador. Todo un golazo que, además de trasladar aún más presión al Mónaco, reclamaba con eco la enorme calidad de un goleador que con entusiasmo juvenil y una humildad impropia de su caché busca reencontrarse.

El Valencia, con una presión alta, intensidad, profundidad y eficacia dominaba, mientras el anfitrión, desquiciado, echaba mano de la agresividad para poder frenar a un envalentonado Negredo „Kuzawa le dio un codazo que le provocó una brecha en la ceja derecha„. El árbitro no señaló nada. El Valencia se sentía superior. Pero en pleno asedio, el italiano Raggi, en una segunda jugada y tras una mala salida de Ryan, marcó el 1-1. En el minuto 18, el partido se equilibraba al tiempo que Nuno pedía desde la banda a sus jugadores tranquilidad, paciencia y mente fría. Un mensaje que, el trio del centro del campo „ Javi Fuego por detrás de Enzo, sosteniendo a la defensa y liberando al ataque, y a Parejo„ escuchó y trató de ejecutar con posesiones largas. Había, tras las embestidas iniciales, que sosegar el partido y evitar convertirlo en un ida y vuelta. Parejo y Kurzawa pudieron ampliar el marcador pero, en ambos casos, el balón se marchó fuera. El tiempo, con el 2-4 en el global de la eliminatoria, corría a favor de un Valencia serio y muy bien posicionado.

Consciente del trabajo bien hecho, en el descanso, Nuno no movió las piezas y la actitud de los jugadores fue la misma hasta que empezaron a fallar las fuerzas. Un derribo de Enzo sobre Bernardo Silva sirvió para que el Mónaco se desesperazara y, con ello, el Valencia diera un pasito atrás y se agazapara. Y con ello... sufrir. La reacción de Nuno fue prácticamente inmediata. El técnico, en un cambio de posición por posición, sentó a Negredo para convertir a Paco Alcácer en la referencia del once. Con Piatti, que salió por Rodrigo, la banda izquierda ganó en frescura. Momentáneamente.

Como si existiera miedo a qué iba a pasar , en el tramo final, el Valencia se fue empequeñeciendo y, en una acción muy cuestionada por una posible mano de Carrillo y el fuera de juego de Elderson, el Mónaco colocó el 2-1 en el marcador. Canguelo. El Valencia, nervioso y desconfiado, cedía todo el protagonismo al equipo local que olía la posibilidad de forzar la prórroga. Pero esta sufrida clasificación se la merecía el Valencia. Y la consiguió. Con lágrimas en los ojos y la satisfacción del trabajo conseguido, los jugadores enloquecían mientras lanzaban a los aficionados allí desplazados las camisetas. La fiesta no hacía más que empezar. En Mónaco, un 25 de agosto, se iniciaba la aventura en la Liga de Campeones. Milán ya espera.