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Tiempo de juego

Leones y corderos

El Valencia ha firmado el peor arranque goleador en sus 96 años de historia, un dato que nos indica que la cosa se pone seria

Leones y corderos

San Mamés es tradición y cultura. Homenaje y tributo. Respeto, corazón y orgullo; mucho orgullo. San Mamés respira fútbol por los cuatro costados: el clásico, el de siempre. San Mamés no se anda con rodeos. A San Mamés se llega puntual, con el uniforme limpio, bien peinado y, en caso de ser visitado por primera vez, con un ramo en la mano. Sucede también en casa de la suegra: hasta el territorio más hostil da lugar al romanticismo. San Mamés se estudia en los libros de historia y por lo tanto, no debe dar lugar a la sorpresa. Uno acude con la lección aprendida.

San Mamés huele el miedo y este Valencia transita por el mundo atemorizado. Un conato de trifulca, una pérdida, un disparo rival o un mano a mano errado desatan el pánico. Ya lo advertíamos: el equipo vive en una duda permanente. Sin convicción, sin ideas, sin fuerza ni fe. Mirando de reojo quién viene por detrás (ya sea compañero o rival). Desconfiados, jugadores y entrenador traspapelan el plan: fracasan cuando quieren correr y mueren al renunciar a la pelota. Sin André, Parejo se desespera: como un hombre con un tenedor en una tierra de sopas. Es difícil vencer así en San Mamés, salvo que, a falta de juego, logres defenderte en el ´otro´ fútbol. Tampoco es el caso. Como ha perdido mordiente, sale malparado en la confrontación. Llega tarde a los envites, cede terreno en cada carrera y recula en los uno contra uno. En definitiva, consume los minutos huyendo de los problemas; ya no pone el pecho. Sucede lo mismo en el área técnica. El ruido de sables ha confundido a Nuno y ni las dos victorias anteriores ni su ratificación en el cargo por parte de la presidenta, han aliviado los picores. Sin capacidad de reacción frente a la adversidad, Nuno contempla el transcurrir de los partidos petrificado y con la mirada perdida. Algo falla. Con el pitido final, amaga con salir a recibir a los suyos pero corrige sobre el primer paso para enfilar en solitario, cabizbajo y derrotado hacia los vestuarios. Nuno, como el equipo, ha extraviado su distinguido carácter. Quién sabe si deprimido recordando el ayer; tal vez ansioso porque llegue el mañana.

Mientras, los futbolistas, andan lejos de su mejor versión. El valor y la voluntad se les presupone, pero les falta un punto: a veces de juego, otras de confianza y en algunos casos de talento. Entre los señalados (duele hacerlo) destaca Javi Fuego, pieza fundamental un año atrás. Sigue acudiendo a los partidos con corazón y cabeza, pero falto de piernas y por ahí, empiezan los temores. Roto el equilibrio, se desmorona el castillo. Vezo, Cancelo y Orban no han demostrado a día de hoy tener un sitio en el once. Son resolutivos pero solo para momentos puntuales; de urgencia. Y San Mamés no firma una tregua. A la (preocupante) pérdida de identidad y a una mala preparación física (acompañada por una plaga de lesiones), hay que añadir la falta de gol. El Valencia ha firmado el peor arranque goleador en sus 96 años de historia, un dato que nos indica que la cosa se pone seria.

Llegamos a un nuevo parón liguero, con 13 días por delante hasta el próximo compromiso, encontrándonos en el mismo punto que hace 10 días. El Valencia se ha deprimido y ni la confianza depositada por Peter Lim ni la exhibición de músculo económico por su parte logran aliviar al personal. Hay sensaciones que se ven reflejadas más allá de un mal resultado. En manos del entrenador está, que su equipo recupere la sonrisa€ y el alma.

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