El Valencia sigue hundiéndose en la vulgaridad, en una caída imparable en la que no muestra signo sólido de esperanza ni argumento alguno para pensar que el oscuro callejón en el que se ha instalado tiene salida. La derrota anoche en Gante, con la que se complica la vida en Europa aunque siga dependiendo de sí mismo, confirma todos los deprimentes presagios que azotan a un bloque tierno y sin convicción durante toda la temporada y que sólo la suerte, el fichaje de momento más relevante, un calendario amable y chispazos de talento, han ido retardando. La crisis ya es evidente y se muestra en carne viva, en un contexto muy delicado. Con una hinchada en acelerada desafección con un proyecto personificado en la acumulación de poderes que ostenta Nuno Espirito Santo. El técnico, reincidente en posturas que cuestan de entender como la marginación de Negredo, queda expuesto a la intemperie de un Mestalla que ante el poder accionarial ejerce su soberanía a gritos, pidiendo soluciones, negándose a tener que asumir tanta mediocridad.

Una imagen ilustró la primera parte: los saltitos premonitorios de gol que Vanhaezebrouck, técnico local, daba ante las reiteradas y claras ocasiones que el Gent dispuso para encarrilar el encuentro y que, entre el nivel excepcional de Jaume y la suerte, aliada constante blanquinegra, no subieron al marcador. El Valencia volvía a salir ileso de otros 45 minutos en los que se vivió contra las cuerdas, achicando agua y mostrando una carencia preocupante de recursos. Lejos quedan ya aquellos inicios de partido intensos con los que los valencianistas acababan con toda emoción consumiendo el banquete con prisas. Sólo en la aportación individual de Feghouli aparecía una rendija de luz, un motivo para creer. Por la banda del argelino llegaron algunos saques de esquina y el único acercamiento peligroso del primer acto cuando con una diagonal y taconazo habilitó la entrada del desmarcado Barragán, que buscó al segundo palo a Alcácer pero su par se anticipó.

Del resto, nada potable, todo plano. El Valencia no desplazaba el balón y reincidía en conducciones individuales largas que el Gent desactiva con facilidad. Sin la pelota faltó agresividad y pericia táctica para ocupar los espacios. Y tras un cuarto de hora de cortesía de los anfitriones, el Gent se fue decidido a por el partido, percutiendo una y otra vez por las bandas. En el minuto 17 Milicevic cabeceaba de forma espléndida y el balón rebotaba primero en el larguero y luego en la espalda de Jaume para pasearse por el alambre de la línea de gol. Santos arrebata el gol a Depoitre. Dejaegere picaba en exceso de cabeza a dos metros de la portería. Si Jaume no blocaba de primeras siempre aparecía algún despeje salvador, que sin embargo no evitaba la imagen global de lento naufragio. Hasta a Barragán se le escurría la pelota para sacar de banda.

Con la entrada de Piatti tras la reanudación por Santi Mina, Nuno pretendía transmitir un mensaje de mayor agresividad, pero a las primeras de cambio Barragán, previa pérdida de Feghouli, cometía un penalti infantil al intentar taponar un centro con el brazo levantado. Kums pateó y Jaume llegó a tocar el balón levemente el balón pero no evitó que subiera el merecido 1-0. A partir de ahí se asistió a un dominio ficticio, solo aparente, del Valencia, que controlaba de forma estéril la pelota sin profundidad y el Gent, sabedor del botín, se replegaba para buscar contras. Sin el recurso de Negredo, ya habitual espectador por orden y capricho de Nuno, André Gomes y Cancelo fueron las variantes ofensivas. Pero el orgullo sólo apareció con una pelota peleada con fe y rematada sin ángulo por Alcácer.