Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tiempo de juego

Con su nada es eterno

Con su nada es eterno

El valencianismo deambulaba por la vida cabizbajo, apesadumbrado por las críticas y sumido en una crisis de juego y de resultados que le impedían conciliar el sueño. Zarandeado cual cometa en mitad de una tormenta, no encontraba motivos para sonreír. Los momentos felices eran escasos y a cada acción para el festejo le acompañaban dos condenas. No es de extrañar, la tristeza reflejada en los rostros más juveniles: Gayà, André, Alcácer. Para ellos en concreto, el cambio, había sido drástico y por momentos temimos que el trauma dejara secuelas irreparables. En apenas tres meses, el Valencia había agotado la credibilidad ganada, quedando todo en entredicho. Plantilla, cuerpo técnico, propietario€ Hasta el aficionado había renunciado al ritual: lejos quedaron los recibimientos al autobús del equipo.

La duda es entendible; la autolesión, irracional. Dicen que cada logro conseguido depende, en gran parte, de la resistencia contra uno mismo. De la capacidad para encajar los golpes, asumir los errores, aceptar la injusticia y aprender a levantarse. Ya saben: relamerse las heridas da ventaja al enemigo; y aquí no sobran. Sucede en la vida y por ende, es aplicable al deporte. Sin embargo, la idiosincrasia de este club tiende a girar en torno al fuego amigo, más acostumbrado a los disparos que provienen del propio bando.

Existe la necesidad de tenerlo todo bajo control y la paciencia no es su principal virtud. Siempre entre dos bandos, fracturado y abocado a la división. En estado de crispación permanente: con su todo es ahora; con su nada es eterno.

La llegada de un nuevo dueño, la convivencia entre los gestores, el precio de las entradas, los pitos al entrenador en la presentación, la bronca al capitán en el calentamiento o la gestión del «Caso Negredo» como último ejemplo. Todo, absolutamente todo, encuentra el nacimiento en su interior. La situación de Álvaro Negredo desenfoca la fotografía e impide centrarse en lo verdaderamente importante. No hay cabida para analizar el mal juego, ni tampoco contexto para exigir al resto de compañeros o ni tan siquiera destacar, la inversión de 100 millones en las arcas del club. La marginación de Negredo actúa como excusa, coartada y distracción. Es el árbol que impide ver el bosque.

Por todo lo contado, el Valencia firmó una tregua consigo mismo en Balaídos. A punto de partirse en mil pedazos sin haber consumido un tercio de la competición, de repente nos encontramos con una flor en un volcán. Goleó al equipo revelación en un arrebato de amor propio y de paso disipó las dudas que apuntaban a la actitud del grupo, por lo que habrá que darle su mérito. El Celta llegaba a la cita tras doblegar a Sevilla, Barça y Villarreal, con la oportunidad de ponerse líder y mostrándole al mundo lo bien que juega al fútbol. Toca, se ofrece, presiona, se mueve, roba, llega, regatea y marca. Frente a eso, la disputa no permite distracción ni el enfrentamiento tolera fallos de concentración.

Un púgil sin sangre habría caído pronto en la lona, pero el Valencia supo protegerse bien y golpear mejor; quién sabe si recordando la identidad perdida. Como sucediera por aquel entonces, el ritmo lo marcó Dani Parejo, un futbolista que vive sometido permanentemente al examen de los suyos. A estas alturas ya es el que más kilómetros recorre y el máximo goleador. También los regala a pares y convive entre los principales recuperadores. El centrocampista con más goles y el que más lanzamientos de falta transforma de la Liga. Para la temperatura del pecho no nos facilitan estadísticas.

Con mucho todavía por mejorar, respira el valencianismo. Los futbolistas le han demostrado a su técnico, que ellos siempre quieren ganar partidos. Le toca mover, entrenador.

Compartir el artículo

stats