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Tiempo de juego

El peso del dorsal

El peso del dorsal

Acerquémonos a Paco Alcácer. Su juego está hecho de barrio, sentimiento y tradición. Instalado en la élite, vive bajo la exigencia que conlleva su demarcación. En el capitalismo futbolístico, el «9» es puro marketing y rentabilidad; no hay mayor responsabilidad que el gol. Lejos de amedrentarse, Alcácer ha ido aceptando todos y cada uno de los desafíos que se ha ido encontrando por el camino, adaptándose a cualquier sistema o técnico y resolviendo las cosas del modo más simple. Capaz de distinguir de un modo natural lo importante de lo secundario, su efectividad le delata: sin tiempo para el adorno, todos sus recursos tienen la portería rival como destino.

Es extraño pero, a pesar de los méritos contraídos, los más escépticos tienden a subestimarlo. Tal vez por lo común del nombre o por su cara de persona cualquiera. Quizá por haber nacido en Torrent y no en Rosario. O simplemente por la incertidumbre que genera un canterano, lo cierto es que Alcácer no sacia todos los corazones. En Mestalla se busca recuperar a Negredo y en la selección, donde cuatro ratos le han bastado para ser el máximo goleador de la fase de clasificación para el Europeo, el debate sigue abierto. Quédense tranquilos: acostumbrado a competir desde el patio del colegio, las críticas no le condicionan. Pese a ello no estará de más, enfocar la fotografía.

Chispeante, agresivo, directo y letal. Alcácer reúne las virtudes de un ariete aventajado a su tiempo. De cabeza volcánica y pasional, vive en constante aprendizaje, adquiriendo nuevos conceptos. No es solo gol, que no es poco. Como buen superviviente, Alcácer optimiza recursos por el bien colectivo. Su partido en Balaídos le define. Marcó dos, dio otro y dejó un sinfín de recursos para el recuerdo. Letal dentro del área, su interpretación del juego le lleva a moverse por todo el frente de ataque, asociarse con la segunda línea y seducir, incluso, al portero rival. Sin ser un virtuoso de la técnica, maneja las dos piernas; sin ser tallado y corpulento, cabecea lo que le centren: un balón, un piano o una lavadora. Preciso a gran velocidad, golpea y asiste con gusto exquisito. Cuando se trata de jugar al primer toque, nadie lo hace como él. Tan preciso, tan suave, tan mortal. Amaga con ir al segundo, frena en seco y rompe hacia el primero; gol. Desconfíen si pasa cerca: envenena con solo rozarle.

Alcácer es el nueve 2.0. Para los impacientes, la edad también tendrá su peso: hablamos de un adulto de tan solo 22 años. Detrás de su gesto infantil, vive un depredador. Su instinto lo hace insaciable. Créanme: quedan pocos delanteros como él. Les garantizo que, mientras discutimos, él anda despreocupado ante el ruido ajeno. Seguramente en el parque, rodeado de amigos con un balón de por medio. Zafándose del molesto columpio, amagando con ir al segundo árbol, para terminar rematando en el primero, por debajo del asiento de cualquier banco que haga de arquero; gol?

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