Septiembre de 2004. El Valencia CF, con la vitola de Campeón de Liga, pasa como un torbellino por Riazor (1-5), con Claudio Ranieri en el banquillo. Las crónicas hablan de un equipo valencianista enorme, implacable, feroz... Enfrente, un Deportivo con jugadores de la talla de Molina, Manuel Pablo, Andrade, Capdevila, Sergio, Fran, Munitis... y con un referente: Juan Carlos Valerón.

Para muchos fue la lucha de estilos. De idea futbolística. El italianizado Valencia de Ranieri „Di Vaio, Carboni, Moretti, Fiore, Corradi„, imponía su eficacia al tempo pausado y de toque que imprimía el Mago de Arguineguín. Y es que, durante muchos años, la prolífica cantera de la UD Las Palmas, rival mañana en Mestalla con Valerón y Jonathan Viera como actuales referentes, ha exportado un perfil de jugador dotado de una técnica exquisita pero al que le falta la garra y el gen ganador.

La exquisitez en el toque no está reñida con ser incisivo. Pablo Aimar, por ejemplo, era mucho más vertical jugando de enganche. Y aunque siempre había críticos con su aportación, debido a su irregularidad, a nadie se le escapa que era un futbolista desequilibrante. Y que a lo largo de su trayectoria contribuyó a lograr títulos.

Otro jugador canario, David Silva, evidenció ser muy competitivo. Pero pese a ser de Arguineguín, como Valerón, nunca jugó en Las Palmas y llegó al Valencia CF a los 14 años procedente del San Fernando de Maspalomas. Silva dejó huella en todos los equipos por los que pasó. Desde el Valencia hasta en los que militó como cedido: Eibar y Celta. Y en el Manchester City lo adoran.

El club de Mestalla firmó en la temporada 2012-2013 al que entonces decían iba para figura, Jonathan Viera, y que había hecho una gran temporada con Paco Jémez en el banquillo. De Viera, tres años después, aún dicen que está por explotar. El jugador canario, descartado por Nuno para el Valencia CF „ambos mañana se vuelven a ver las caras„, se fue al Rayo y emigró al Standard de Lieja belga antes de regresar a casa, a Las Palmas, para volver a empezar un ciclo.

En Mestalla Viera no tuvo suerte. Pasó desapercibido, sin pena ni gloria, y pese a que en los entrenamientos evidenciaba que disfrutaba de una exquisita calidad en el golpeo del balón, en los partidos se le echaba en falta. Con el detalle, en un fútbol como el español en el que se compite al máximo nivel, no basta.