El periplo de Nuno en el Valencia se extinguió en Sevilla con el más triste de los legados. Acabar con nueve jugadores no debería ser ningún atenuante para un equipo que no disparó (ni a puerta ni fuera de los tres palos) ni lanzó un mísero saque de esquina. Ante un Sevilla indefinido, el Valencia siempre estuvo lejos de pelear un partido al que le faltó la electricidad de los últimos precedentes. Con el Barakaldo entre medias, el Barça de Messi, Neymar y Luis Suárez, con un fútbol de coleccionismo, Nuno prefirió anticipar un final que ya estaba escrito.

Se enfrentaban dos rivales erráticos. Entre todas las imprecisiones, era el Sevilla el que iba ganando los pequeños duelos que deparaba el partido. Mariano contra Gayà, Konoplyanka contra Cancelo, Llorente ante Abdennour y Banega dirigía la verticalidad del Sevilla esquivando la acumulación de centrocampistas con las que Nuno pobló el «once». Pero si el Valencia dio otro paso atrás fue por la batería de tarjetas con las que Velasco Carballo le castigó desde bien pronto. En los primeros veinte minutos tres de los cuatro defensas valencianistas (Cancelo, Abdennour y Gayà) ya tenían una cartulina. Un mensaje deprimente para un equipo con tierna tendencia a la inseguridad. Algunas amarillas fueron justas pero en otras obedecieron a gestos gratuitos del colegiado, como la vista por Gayà tras protestar una dura entrada por detrás de Krychowiak.

El partido quedaba expuesto a un máximo riesgo y la superioridad por los lados del Sevilla comenzó a ser más evidente. En el 27 Konoplyanka hizo un cambio de orientación, muy largo a Mariano, que llegó a dar un gran pase a Llorente, cuyo remate en semifallo no fue por poco enganchado en el segundo palo por Vitolo. En el 30 Ryan salvaba un testarazo a quemarropa de Llorente. El meta australiano, cuya titularidad fue motivo de debate ante las fenomenales prestaciones de Jaume, respondió con nota, con reflejos y valentía en las salidas.

La segunda tarjeta de Cancelo, por un manotazo, ya descartaba que el Valencia pudiese tirar incluso alguna contra y confirmaba una tradición macabra: en sus últimas seis visitas al Sánchez Pizjuán, los blanquinegros han sufrido expulsiones. El lateral portugués se unió a Topal, Aduriz, Jonas, Ricardo Costa y De Paul, y deja una seria reflexión sobre la ausencia de oficio y picardía en este escenario (no todo es incidencia arbitral). Con uno menos, el Valencia se limitó a sobrevivir y los remates desde segunda línea de los sevillistas se estrellaban en las piernas de la desesperada defensa valencianista. Llegar al descanso conservando el 0-0 pudo parecer un pequeño triunfo, pero a los valencianistas quedaba todo un océano.

Nuno incorporó en la reanudación a Vezo como lateral y recompuso la pizarra con un teórico 4-4-1. Pero en la primera intervención del luso, llegando tarde a una presión con Escudero, quedó claro que aquel era un parche de circunstancias. El Sevilla continuó enseñándose por esa banda, por la que vendría el gol que tumbaba la delicada resistencia blanquinegra. Banega, que se ha estabilizado en uno de esos momentos dulces que en Mestalla eran intermitentes, regaló un delicioso pase con el exterior que Escudero recogió sin dejarla caer.

Feghouli saltó al campo y quedaban todavía muchos minutos, pero todo el peligro seguía siendo sevillista. Cuando parecía que el Sevilla contemporizaba y se equilibraban fuerzas, Javi Fuego recibía la segunda amarilla. El partido languideció con el mismo pulso desalentador con el que se ha apagado el tiempo de Nuno.