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Tornillos en el desayuno

«Embajador de la sensatez, el sentido común de Voro nos señala el camino»

Tornillos en el desayuno

Varios metros más arriba de su posición natural, la que comenzará a ocupar a partir del próximo miércoles en la final decisiva por la Champions, Gary Neville se puso en pie a la conclusión del partido ante el Barça. Mientras asentía en señal de aprobación, y contagiado por el fervor de una grada encendida, se arrancó a aplaudir a los futbolistas del Valencia, que agradecían desde el centro del campo el indulto, la comprensión y la enésima prueba de fidelidad a cargo de Mestalla. No fue un gesto basado en la teatralidad o el efectismo. Fundamentalmente porque, a excepción de sus acompañantes en el palco privado de Meriton, nadie hubiera visto a Neville de no ser cazado por el perspicaz realizador de Digital Plus. Fue más bien un arranque de empatía, como un chispazo emocional que le conectó de inmediato con el que desde hoy será su equipo. La principal característica del Gary Neville jugador „casi 700 partidos oficiales entre Manchester United y la selección de Inglaterra„ era su alma incontenible. Nunca fue un virtuoso del verde, ganó cada libra con el sudor de su frente y jamás rehuyó del choque. Así, a puro huevo, consiguió el Valencia el punto más importante de todos los que ha conquistado esta temporada. Volviendo de las tinieblas, mordiendo, dejándose la piel. Bronco y copero.

Otra cuestión es qué hubiera ocurrido por ejemplo en la fase de grupos de la Champions League si Peter Lim toma la decisión de destituir al anterior entrenador en el momento oportuno. Mucho antes del 29 de noviembre. Los jugadores dirigidos por Salvador González gritaron libertad, ofreciendo su mejor versión individual y grupal. Aderllan Santos, tembloroso e inseguro en el Vicente Calderón, cuajó ante Messi y Luis Suárez un partido que legitima „en parte„ la fuerte inversión realizada en su fichaje. Danilo Barbosa corrió mucho y bien en la parcela ancha, tapando líneas de pase y abortando los rondos de tres con los que el Barça inicia su trampa letal. Santi Mina culminó su mejor partido con un gol redentor que sacudió los cimientos del viejo Mestalla. El rugido del templo pudo escucharse con nitidez en el corazón de la ciudad. Había regresado el murciélago.

Reza una de las lonas bajo las que el Valencia entrena cada día en la fábrica de Paterna que para conseguir el éxito «necesitas tener una dedicación total, buscar tu último límite y dar lo mejor de ti mismo». La frase es de Ayrton Senna, tres veces campeón del mundo de Formula 1. Muy probablemente, ninguno de los jugadores que hoy tiene a sus órdenes de Gary Neville llegó a ese último límite del que hablaba Senna en San Petersburgo, Sevilla, Gante o ante Las Palmas. No en un intento de hacerle la cama a nadie, sí víctimas de la fractura insalvable con el cuerpo técnico. Y es por ahí por donde debe comenzar a trabajar el nuevo entrenador. El equipo anda(ba) perdido dentro y fuera del campo. Confuso a la hora de establecer la línea de presión, titubeante y descoordinado para tirar el fuera de juego, incapaz de entender la política de rotaciones, frustrado por la inexplicable situación de futbolistas como De Paul o Negredo, manifiestamente válidos para la causa. Los jugadores del Valencia necesitan un libro de estilo del que adolecían hasta hace unos días. Necesitan seguridad, pautas, trabajo, pizarra. Necesitan, en definitiva, creer. Creerse a Neville como entrenador. Defender una idea.

Obcecados en el error, los ejecutivos de Meriton siguen defendiendo que el club no necesita un armazón deportivo diferente. Allá ellos. La entidad requiere una cabeza pensante dedicada full time a la primera plantilla, a la negociación de nuevos contratos, a la búsqueda de futuros jugadores, al establecimiento de un sello propio: el modelo Valencia. Quiero pensar que se trata de una verdad a medias „la peor de las mentiras„ y que el día menos pensado nos desayunamos con un comunicado anunciando remodelación estructural y nombramiento de director deportivo. Mientras tanto, no nos queda otra que encomendarnos al espíritu Neville y a la capacidad que tienen varios jugadores del vestuario para traducir con fluidez del inglés al español. En caso de duda, lo aconsejable siempre será acudir a ese diccionario andante que es Voro. Embajador de la química y la sensatez en un vestuario con españoles, tunecinos, portugueses, argentinos, brasileños o alemanes, ha realizado su enésimo servicio a la entidad. El empate contra el Barça es de sus labores más visibles, pero el tiempo le hará justicia por ser de los primeros en avisar sobre la sanción en Copa para De Paul en Barakaldo „situación idéntica a la de Cherysev„o por su rol pacificador en tiempos de cólera interna. El central que desayunaba tornillos „con permiso, don Alfredo„, se ha convertido en un hombre de club para el Valencia. Su humildad y sentido común nos señalan el camino.

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