La prematura eliminación del Valencia supone todo un descalabro en los objetivos deportivos y económicos del proyecto de Peter Lim, además de un duro golpe al efecto revitalizador notado con el mensaje fresco de Gary Neville y el acicate emocional surgido tras el épico empate ante el Barcelona.

El techo del Valencia se sitúa, ahora mismo, en la Liga Europa, una competición de escaso aliciente financiero y en la que, por tradición competitiva, debe aspirar a ganarla. Los de Neville no lo tendrán, ni mucho menos, fácil. La segunda división europea se presenta repleta de rivales de primer orden, con mucho fuste. De primeras, de la fase de grupos de la Liga de Campeones han salido rebotados potencias como el Manchester United, Manchester United, Sevilla, Shakhtar Donetsk, Galatasaray, Bayer Leverkusen, Olympiacos y Oporto. Además, ya están clasificados para dieciseisavos otros ilustres como Borussia Dortmund, Liverpool, Nápoles, Villarreal, Lazio, Tottenham, Schalke 04 y Athletic, que auguran una dura competencia y, al menos, un cartel más atractivo que el que no se ha podido superar en esta Champions, con cuatro dolorosas derrotas en el zurrón.

Mestalla encajó la eliminación, el deshonroso adiós, con más resignación que enfado. El público hizo la acertada lectura de que el proyecto Neville está todavía en gestación y de que la carambola de resultados de anoche era complicada. El Valencia venía herido a la cita de anoche por la deficiente gestión de Nuno. El duelo ante el Lyon evidenció que este Valencia está muy verde todavía, que es un equipo con intenciones y mayor convicción pero que acusa los estímulos en contra. Tres, de golpe, aparecieron ayer en Mestalla y mandaron a la lona a los valencianistas. El gol del Gent ante el Zenit vino acompañado del tanto mal anulado a Mustafi y la lesión de Enzo Pérez y comprobaron que las guardias anímicas continúan bajas. El estadio se quedó en completo silencio durante muchos minutos. Al resto contribuyó el inexperto colegiado, el esloveno Jug, que elevó su nombre junto al de otros trencillas de triste recuerdo europeo valencianistas, desde el portugués Joaquim Campos en la Copa de Ferias de 1964 al alemán Florian Meyer y la camiseta rota de Zigic en aquellos cuartos de final de la Liga Europa. El estadio reaccionó con el tanto de Dzyuba en Bélgica, que confirmaba la honorabilidad del Zenit y dejaba al Valencia dependiendo de sí mismo, con media hora de partido por delante para anotar dos goles. Sin embargo, se corroboró que el gran enemigo del Valencia es el propio Valencia, y la manifiesta incapacidad de las deficiencias estructurales que arrastra.

Jaume se afianza en la portería

El naufragio deja apuntes para el futuro. Los planes de Neville empiezan con Jaume bajo palos. El portero de Almenara fue el valencianista más inspirado. Totalmente vendido en los dos goles lioneses, sin embargo contribuyó hasta en cinco ocasiones a evitar tantos claros de los lioneses, en ocasiones a cargo de Cornet, Lacazette, Tolisso y Rafael que remataron en posiciones muy francas ante la descoordinación del repliegue defensivo. Por lo demás, el Valencia ya se ha desprendido de la apatía que arrastraba bajo la regencia de Nuno pero, con los papeles del guión desordenados, su fútbol es voluntarioso pero atacado por la ansiedad. El Lyon, un conjunto depresivo que no ganaba un partido desde hace un mes, acabó paseándose y evidenció que la herida continúa en carne viva.