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Off the record

In Lay we trust

In Lay we trust

Escamado por experiencias frustrantes como Dalport, el universo «embastat» de Vicente Soriano o las mentiras compulsivas de Juan Soler, sigue existiendo un sector del entorno reacio a creer en Meriton Holdings. Es comprensible y hasta legítimo que el respetable no abra su corazón al primero que aparece después de sentirse traicionado repetidamente por diferentes personajes que hicieron de la falta a la verdad un modus vivendi. El sobrecoste pagado en las operaciones de Rodrigo, Cancelo, Abdennour o Danilo Barbosa no ha ayudado en demasía. Tampoco los tres años que Peter Lim regaló a su amigo del alma Nuno, también conocido como Atila.

Por cierto, es de todo menos edificante arrimar la oreja para escuchar el modo en el que algunos empleados del club ponen ahora a parir a Espirito Santo, repitiendo palabras e incluso frases por las que durante casi un año algunos periodistas éramos duramente reprendidos. Si hubieran cantado la gallina mucho antes -entre cuatro paredes y a quien corresponde-, quizá hoy no habría que lamentar la eliminación Champions o el solar físico y emocional en que ha convertido el vestuario el coleguita de Jorge.

De vuelta al presente, Peter Lim tiene mucho que agradecerle a Layhoon. El reparto de roles es muy evidente en el duopolio singapurés que ejerce el poder en la Avenida de Suecia desde hace poco más de un año. Kim Koh se encarga de las sonrisas y los ágapes en reservados. Un embajador amable. Lay es la dama de hierro del proyecto, la que da la cara ante representantes en momentos decisivos o baja al vestuario cuando arrecia la crisis para reunirse con los jugadores, que tienen de ella una excelente consideración.

En cada una de sus comparecencias públicas, la presidenta ejecutiva dota a Meriton Holdings de la imprescindible credibilidad pública, que al magnate se le escapa entre los dedos con algunas de sus decisiones, fundamentalmente deportivas.

El personal valora detalles de Layhoon en apariencia insignificantes, pero que no deben pasar desapercibidos como la elección de un vestuario en blanquinegro, el recuerdo para el socio fallecido en el transcurso del Valencia-Barça, la capacidad para poner la otra mejilla y renovar la confianza en Mario Alberto Kempes y, por encima de todo, el inhabitual esfuerzo de autocrítica para reconocer errores propios durante este primer año de gestión.

Para no hablar en boca de nadie, el accionista 37.568, quien suscribe, sucumbió durante la junta general del pasado viernes a la aparente franqueza de Hoon, de la que únicamente puedo criticar su indefinición al respecto del futuro Mestalla, sus reticencias a la hora de abordar una remodelación en profundidad del modelo deportivo y olvidarse de Gaspar Romero, cuya impecable exposición quedó sin respuesta oficial, quiero pensar que un descuido.

Entiendo pero no comparto la insistencia de algunos en la conveniencia de colocar a valencianos en el consejo de administración. Dos de los tres nefastos dirigentes cuyos nombres encabezan este artículo son de la terreta. Y ya saben cómo nos fue. Buscando otro prisma ante el tedio que generan algunas de las intervenciones en la asamblea de accionistas -lo que toda la vida se ha denominado contracrónica-, quise seguir la parte final de la junta general a través de una de las pantallas de televisión ubicadas en el hall de Feria Valencia en el que se distribuían acreditaciones, auriculares y cuentas anuales a los accionistas -además de un catering más que aceptable-.

Allí se congregaban empleados del diferentes departamentos del club y algunos aficionados. Todos aumentaron su atención coincidiendo con la irrupción en primer plano de la presidenta.

Después de diferentes respuestas al respecto de temas tan diversos como el pack Champions, la reducción de miembros del consejo o Miguel Zorío -perdido en el mundo transfermarket, no recordó al auditorio que, a diferencia de ejecutivos Meriton como Dowens, facilitó la entrada de dinero al club con marcas como Kappa o Unibet- llegó el momento en el que reconozco que la presidenta ejecutiva me ganó por completo.

Estas fueron sus palabras: «Ya lo dije: no nací del Valencia, no vine al campo de pequeña€ pero llevo un año en el consejo (€) Puedo sentir en ustedes que no me consideran una más, que no creen que lo sienta igual. ¿Qué más puedo hacer?».

Fue un momento emotivo, sincero, que me recordó a la declaración de amor que Julia Roberts le hace a Hugh Grant en medio de aquella librería de guías de viajes en pleno corazón de Notting Hill -«solo soy una chica, delante de un chico, pidiendo que la quieran»-. No tiene que hacer nada más, señora Hoon, Para mí ya es una más. No nos falle.

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