A 12.000 kilómetros de distancia, el máximo accionista del Valencia, Peter Lim, puede que algún día aprenda que la improvisación, en el fútbol, se paga. La personalidad y el sello de un equipo ni se inventan ni se compran de un día para otro. Debes pensarlos y trabajarlos día a día. Como el Villarreal, tantos años amarrados a una idea de juego encarnada en torno a su emblema, Bruno Soriano, autor de un gol de bandera en este 31 de diciembre. Un chico de Artana arraigado a la tradición grogueta. Tan lejos de este Valencia plastificado que paga traspasos millonarios por jugadores de tres al cuarto. Sin planificación y sin alma.

Con un técnico recién aterrizado, Gary Neville, que, como él mismo reconoció en la previa, está todavía conociendo a sus futbolistas. Y, mientras, va probando. Como esta defensa de cinco en El Madrigal que solo le sirvió para aguantar 63 minutos sin dar apenas señales de vida. Europa se le va escapando inexorablemente al Valencia - ya está a once puntos de la Liga de Campeones- y en el club sigue sin haber una estructura deportiva para el próximo curso. [Ver Clasificación]

Cuando un equipo goza de buenos centrales, a veces hasta le sobra con uno. Cuando no, algunos técnicos recurren a tres (Vezo, Santos y Abdennour). Transcurrida media hora, el Valencia no había dado tres pases seguidos. Parapetado atrás con cinco defensas, el conjunto de Gary Neville se dedicó a cerrarse a cal y canto. Si el plan era enviar balonazos a los dos delanteros, Alcácer y Negredo, para que se buscaran la vida, no hacía falta venir desde tan lejos (Manchester). El fútbol rancio de toda la vida.

Hasta Gary Neville pareció avergonzarse de su propia apuesta y, al filo del descanso, invitó con la mano a avanzar líneas a sus jugadores. Cancelo, esa exhalación de la jornada anterior ante el Getafe, esperó al minuto 43 para lanzar una carrera hasta la línea de fondo. Negredo no se marchó ni de su propia sombra; Alcácer apenas intervino. Los centrocampistas, ni la olieron. El Villarreal quiso gobernar el encuentro, pero también estuvo espeso, sobre todo en los últimos metros.

El Valencia avanzó líneas tras la reanudación. André Gomes y Parejo asumieron el protagonismo en el centro del campo que se les supone. Los laterales alargaron al equipo por los extremos y Alcácer erró la primera ocasión clara con un disparo alto de primeras a un centro de Barragán desde la derecha. El contragolpe es una utopía para un Valencia tan lento con el balón y sin él.

El Villarreal se había encogido ante el empuje visitante cuando Santos cometió una falta sobre Soldado al borde del área. Acudió a la cita el capitán groguet. Ligeramente ubicado el balón a la derecha del ataque, Bruno preparó su zurda y envió una rosca perfecta a la escuadra del palo largo. El Madrigal celebró la belleza del gol como merecía, con un grito lleno de admiración hacia el chico de Artana, que ya en la primera parte había avisado con un lanzamiento muy parecido aunque fuera por poco. No era pues una casualidad. Y sí una estupidez cometer esa infracción en una zona tan favorable para este especialista.

Neville recurrió primero a Piatti, a Santi Mina y, muy tarde, a Fran Villalba para reactivar a su equipo. Sin éxito. Los dos primeros no aparecieron; y el chico de la casa solo dispuso de cinco minutos. ¿Acaso quería Gary que el chaval diera la vuelta al desastre en cinco minutos? Una improvisación más que envía al Valencia a una mediocridad muy profunda.