»Estoy agradecido por la generosidad del público conmigo», dijo Rafa Benítez, que regresaba a Mestalla 11 años después. Al campo en el que más se le idolatra, el técnico llegó más cuestionado que nunca „en la zona de la Curva Nord se extendió una gran pancarta en la que se leía «Rafa nos regalastes los mejores años de nuestras vidas. Gracias»„.

Todas las loas que en Valencia recolectó tras ganar dos ligas y una Copa de la UEFA, son ahora críticas en un Real Madrid en el que no ha logrado ganarse el respeto de la grada. Para Benítez, el empate de anoche le sirve para salvar al menos los muebles. En el Valencia, tal como están las cosas, es oxígeno puro. El equipo de Neville, que aún no ha sabido dotar al grupo de personalidad, funciona a ráfagas. El actual Valencia es un grupo a años luz de los valores del Valencia que entrenó Benítez. Un partido más, el Valencia nadó a contracorriente. Los elegidos de Neville, por fin y en parte inducidos por la pasividad y el conformismo del Madrid, dieron un paso al frente. Hasta en seis ocasiones se plantó el Valencia ante Keylor Navas antes de que Pepe cometiera penalti sobre André Gomes. Parejo, todo frialdad, lanzó el balón al fondo de la red para que Mestalla disfrutara de un esperanzador descanso.

Con el mismo ímpetu y actitud, el Valencia se lanzó a por la victoria. Eso sí, con más corazón que juego. Y, cuando las fuerzas empezaban a flaquear y el Madrid a merodear el área de Jaume, la expulsión de Kovacevic tras una entrada a Cancelo, inyectó una pequeña dosis de aire. Rodrigo Moreno, tres meses después tras superar una lesión de ligamentos de la rodilla, volvía a jugar para desde una posición privilegiada ver el cabezazo de Bale (1-2) y celebrar con Paco Alcácer un empate que Mestalla celebró como si del gol de la victoria se tratara.