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Tiempo de juego

El rugido silenciado

El rugido silenciado

El valencianismo anda confundido. No es para menos. Le acaban de contar que ha culminado el año sin conocer la derrota en su estadio en un partido liguero. Por si fuera poco, al dato lo acompaña cierto sentimiento de proeza: el mérito es único, no compartido. Ni Madrid, ni Barça, ni Atleti, ni nadie. En 2015, únicamente el Valencia no cayó frente a los suyos. Sin embargo, hay poco que celebrar; más bien nada.

En la cabeza del seguidor valencianista, le asaltan un sinfín de dudas, de contradicciones difíciles de controlar. Ni la mejor de las conciencias será capaz de distinguir entre el bien y el mal, entre lo bueno y lo malo. Sucede de un tiempo a esta parte, afectando a todos los estamentos del club, susceptibles de ser analizados. Empezando por el dueño. Jaleado por las masas y recibido con honores propios de un Jefe de Estado, Peter Lim irrumpió en Mestalla para poner el dinero del que Amadeo Salvo no disponía y darle continuidad a la ilusión que este último había generado entre los aficionados. Nuno, Mendes, numerosos jugadores y una inversión hasta la fecha de casi 200 millones de euros, bien merecían un respeto que, por momentos, en algunos sectores se le está perdiendo. No les vale con la apuesta. También le indican a quién fichar, que dé la cara y, si fuera necesario, que hable en valenciano. El dinero no es suficiente.

En pleno temblor, la confusión se hace mayor cuando comparece Lay Hoon. Cada vez que la presidenta habla disipa dudas, conquista corazones, hermana países y aprendemos inglés. Hay miradas que anestesian?

El valencianismo es un león en invierno. Su grandeza no se cuestiona, pero hasta el rey de la selva puede sentirse atormentado. En el caso que nos ocupa, el sentimiento se vuelve nostálgico.

Empezando por añorar a Salvo, quien irrumpió en la escena cuando el club languidecía, preso de una gestión triste, austera y oscura que había privado a la entidad de lo único que no estaba en venta: su alma. No solo la recuperó, sino que además lo hizo sin dinero ni tampoco títulos. Eso sí, la lupa sobre su figura, no le priva de arrugas e imperfecciones. Fichó a Djukic, mantuvo a Braulio y tuvo que reemplazarlos a los tres meses. Exigió el pago de la cláusula por Soldado para fichar a Postiga y Pabón. Negó la venta del club hasta que se lo vendió a Peter Lim, avalado por Mendes. Ay, Mendes. Amigo, enemigo, socio, cómplice o traidor; más dudas.

Eliminados de la Champions y alejados de la zona noble de la tabla, Nuno ya no es el problema. Ha llegado Neville. Gary, porque Phil ya estaba. Y claro, aquellos que deciden cuándo, cómo y a quién o qué criticar piden para el inglés, un voto de confianza. Un llamamiento a la calma sin nada a lo que agarrarse. Basta con ver la involución del equipo desde entonces. El mayor de los Neville tampoco evita la contradicción: no tiene experiencia y su único aval en los banquillos es su amistad con el dueño. Eso sí, nos preocupa que cuestione al técnico anterior y hasta le exigimos que niegue ser un técnico interino; estar de paso. No vaya a ser que termine en el United?

Dicen que de los errores se aprende, y la propiedad valencianista lleva todo un aprendizaje en apenas un año. Esperemos que les haya servido para no ser reincidentes. El valencianismo no merece ser golpeado más veces. Tampoco dudar. Solo necesita volver a rugir.

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