Perdidos en la inmensidad del océano, los jugadores del Valencia miraban a la orilla y allí no había nadie. En los peores momentos de la fría pero soleada mañana de ayer en Mestalla, los futbolistas no encontraron la guía del entrenador. Gary Neville se encondió en el banquillo cuando sus chicos solo disponía de preguntas. El partido lo gobernó desde la banda la calva imperial de Paco Jémez, que siempre marcó el ritmo y los tiempos, aunque hubo de conformarse con el empate. La victoria del Rayo, superior en todo al Valencia, solo la evitó Paco Alcácer, un futbolista a años luz de todos sus compañeros, relegado ayer 60 minutos al banquillo por ese afán de Neville de recuperar a Negredo a cualquier precio.

Más allá de sus conocimientos o la intuición para interpretar los partidos, a Gary Neville (Bury, Inglaterra, 40 años) se le supone el carácter indomable con el que desarrolló una carrera admirable en 19 años de profesional en el Manchester United (31 títulos y 85 veces internacional con Inglaterra). Ese espíritu se esperaba que pudiera transmitirlo de alguna manera a sus jugadores en el Valencia. Pero, transcurridos seis partidos, no se ve por ninguna parte. Es un equipo amedrentado, desnortado, descreído. Desde su debú en el banquillo, hace mes y medio en Ipurua ante el Eibar, el Valencia había mostrado síntomas de recuperación: una vocación ofensiva frenada por terribles fallos individuales en defensa. Los dos últimos encuentros, en Anoeta y ayer en Mestalla, han supuesto un retroceso hacia los tiempos más oscuros de Nuno en la caseta blanquinegra. Has reaparecido los peores defectos. Un equipo que no generó ocasiones en toda la primera parte ante el rival más goleado de Primera, el Rayo. Un Parejo que pide a gritos un descanso, hastiado de ser el único que trata de pasar el balón (sin que haya recambio para él). Un Santi Mina obligado a jugar en una posición antinatural: el extremo. Un Aderlán Santos por quien pasa todo el inicio del juego cuando es el menos dotado técnicamente para ello. Un Danilo intrascendente. Un André Gomes superado por las expectativas. Y un Negredo...

Negredo se marchó a la ducha, sustituido para el último cuarto por Alcácer, con sensaciones contradictorias. Por un lado, había firmado un gol de bandera, un tiro enroscado desde 40 metros, como tantas veces intentado por el delantero vallecano, que sorprendió al meta Juan Carlos y aplacó la ira de Mestalla. Nadie duda de su calidad. Por otro lado, Negredo lleva 15 meses tratando de recobrar la forma sin lograrlo. Llega tarde, le cuesta girarse y apenas esprinta. Su estado físico deja mucho que desear. Solo tiene 30 años. Es un fracaso no solo suyo, sino de los especialistas en nutrición y preparación física del club de Mestalla.

El tanto de Negredo había llegado justo después de que Ryan hubiera sido sometido a un tiroteo por parte de los atacantes del Rayo del que salió ileso. El meta australiano, titular en detrimento de Jaume, estuvo a la altura de la confianza depositada en la alineación por el preparador inglés. Fue, junto a Alcácer, lo más digno del conjunto de Neville.

Este es el Valencia pergeñado por ese iluminado de Mendes y su perrito faldero, Nuno Espirito Santos: sin oficio, ni personalidad ni amor propio. Está tan perdido que incluso se permite el lujo de dejarse 60 minutos en el banquillo a su elemento más determinante, Alcácer. Hasta su entrada al campo, el cuadro de Neville fue un cero a la izquierda. Con él, a punto estuvo de arreglar el desastre si el linier no hubiera invalidado por fuera de juego un gol como una casa. Disparó cruzado a las redes tras un pase en profundidad de Rodrigo a un desmarque de ruptura del delantero valenciano. Alcácer sabía que estaba en posición legal y no paró de protestar al árbitro, costándole una amarilla.

Danilo perdió una pelota al borde del área rayista justo cuando Mestalla creía en la remontada. Esa pérdida fue el origen del 1-2 en el córner posterior rematado por el central Llorente. Toda la defensa contempló cómo remataba Llorente con toda comodidad.

Neville debe reaccionar

Ahora que Parejo también ha abdicado, nadie quiere la pelota. No hay pasadores. Balonazos de Ryan. Cabezas gachas. Petardazos de Santos. Gestos de incomprensión de unos a otros. El medio del campo, Parejo-Danilo-André Gomes, naufragó con todo el equipo. Solo Rodrigo logró desbordar y centrar en alguna ocasión. Santi Mina se metió en un bucle interminable de errores hasta ser sustituido y despedido por Mestalla con mucha generosidad. Su sustituto, Piatti, no aportó nada.

Neville debe reaccionar. O contagia al equipo la pasión y la fe perdidas, o Voro se verá obligado a sentarse en el banquillo. No como delegado, sino como responsable técnico. Para salvar los muebles del Valencia una vez más.