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Jugadores mercenarios

Jugadores mercenarios

Ultimamente los canturreos en las gradas se han despersonalizados y parecen producidos por una misma factoría. Una gran discográfica que pare la misma sintonía como banda sonora de cualquier afición. Ya puedes estar en Bélgica, en Turquía, España o Portugal que la misma cancioncica servirá para animar a cualquier equipo. Excepto en Getafe, tal vez, donde impera el respetable silencio. No se habla suficiente de ello pero la creatividad local, los gritos hechos a mano, escasean.

Odio especialmente un hit de las últimas temporadas interpretado indistintamente por cualquier afición: «Poco a poco me enamoré de ti». Solo falta que lo cante Pablo Alborán.

Agh. Qué fue de letras de inventiva certera, qué fue de las estrofas mejores, exclusivas de una grada. «Vamos Pablito Aimar, que la gloria volverá, como Kempes y el Piojo, otro pibe inmortal». Ese sí un trabajo individualizado, concienzudo.

Puede que por esa misma inercia las aficiones usan los mismos improperios ante situaciones de crisis. Se vuelca el chillido de «jugadores mercenarios »en cuanto el viento sopla en contra. Son proferidos con voluntad intimidatoria. Pero paremos el balón.

¿Cuál es el problema con que los jugadores sean mercenarios? Que lo sean, que trabajen para quien les paga, sería lo deseable. Se les podría acusar, si eso, de ser poco mercenarios y trabajar por debajo de lo que rigen sus sueldos.

Siguiendo esa ley Santi Mina era un mercenario pero ahora ya no, o más bien antes no ejercía de mercenario pero ahora ya sí porque por primera vez deja huella. Fue significativa la intensa sesión de elogios que el traductor de Gary Neville le dedicó el jueves a Mina, dirigidos a recuperar a un potencial talento que como otros en el club se desperdician por un contexto deportivo poco favorable.

Desazón pura contemplar como ante el trecho fatal atravesado por el Valencia estas semanas el único rugido potente ha sido entonar «jugadores mercenarios», evidenciando la crisis de creatividad en Mestalla.

Ojalá un «Duérmete Gary, duérmete ya, que vendrá Peter y te echará» al ritmo de nana; un «Pako, Pako, Pako» en homenaje al entrenador Ayestarán al son de Beyoncé; o «a patir, está Vezo y Abdennour / un regate, una carrera y el adiós/es ligero equipaje, para tan largo viaje„ tal que el beso y la flor de Nino Bravo.

Podremos perder jornada tras jornada, pero jamás perdamos la imaginación.

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