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Orgullo inglés

Orgullo inglés

A falta de juego, fortuna. A falta de merecimiento, golpe suerte. Huérfano de estilo; eficacia. El Valencia cerró en la noche de ayer, una semana en la que consiguió encadenar tres victorias consecutivas. Seguramente, la falta de costumbre hizo que Neville terminara antes de lo previsto su comparecencia ante los medios. No necesitó tirar del manual de excusas para justificar lo injustificable y, por lo visto sobre el terreno de juego, tampoco encontró argumentos para defender lo indefendible. El Valencia sigue sin jugar a nada y tan solo los amantes del resultadismo vieron aliviado su estado de ánimo. Obviado el cómo, se festejó el qué (ganar).

Casualidad es que, con la llegada de Ayestarán, el Valencia cuenta todos sus partidos por victoria. Causalidad es que, con la llegada de Ayestarán, los jugadores vuelven a hablar el mismo idioma; el del fútbol. En apenas siete días, los futbolistas han conectado más con la llegada del nuevo asistente que (en tres meses) con el nuevo entrenador. Y eso es algo que agradecen tanto dentro y como fuera del terreno de juego. El resumen sería el siguiente: han minimizado errores sabiendo qué deben hacer. «Sabe mucho de esto», «es directo» o «se nota que sabe lo que se hace y así nos lo trasmite» son algunas de las expresiones que emanan del vestuario, preguntados por Pako. Tal vez por ello, Neville haya tratado por todos los medios de marcar distancias con él. La puesta en escena de Ayestarán, un lunes por la tarde, irrumpiendo el primero sobre el césped de la Ciudad Deportiva, dando una charla a la plantilla y dirigiendo el entrenamiento hizo que, a la mañana siguiente, Gary aclarara la situación en rueda de prensa. «Yo soy el entrenador», «yo soy el que manda» y «si yo me voy, Pako se irá conmigo». El orgullo es incontrolable.

Llegados a este punto, no estaría de más recordar la metamorfosis en el comportamiento del entrenador, en los últimos tiempos. Un huracán llamado Barça se lo llevó por delante y, tras verse sometido a semejante humillación, Gary torció el gesto. De los merecimientos en su imaginación para justificar las derrotas ligueras, pasamos al next question sobre su futuro. Neville capeó aquel temporal sin protección. Aquellos que osaban cuestionarle se cargaron de argumentos. Los menos, que le concedían el beneficio de la duda, abandonaron definitivamente su causa. Gary se quedó solo bajo el paraguas protector del dueño y, el director deportivo, acelerado por las circunstancias, se puso a la faena, no fuera que Lim abriera los ojos en un arrebato de cordura. Desde entonces cuentan que Gary, ya no mira igual a Pitarch.

No hubo más sonrisas, ni análisis vacíos, ni brindis al sol. Las reuniones entre ambos fueron poco a poco desapareciendo. Neville, como ya le sucediera con anterioridad a la presidenta, desconfió de todos cuanto le rodean. Agazapado, solo y en silencio, trabajó a la espera de una victoria que cobrara facturas pasadas. Cuando esta llegó, arrasó con todo; sin miramientos. Con el pitido final frente al Espanyol, la explosión de júbilo y alegría en Mestalla nos dejó la imagen de un técnico petrificado sobre la línea discontinua del área técnica, con las manos en los bolsillos y el semblante serio mientras el banquillo y los aficionados alzaban los brazos al cielo, haciendo un paréntesis a tanto sufrimiento. Esa falta de expresividad, esa rabia contenida, se mantuvo en la conferencia que aprovechó para anunciar (rechazando de antemano ser cuestionado por ello), el fichaje de Ayestarán. Tal vez no estuviera preparado para justificar su llegada.

Sí lo estuvo días después, en la ya mencionada rueda de prensa, donde rebajó a Pako a la función de comunicador, recalcó que su contratación fue cosa suya y no del director deportivo y, posiblemente sin quererlo, menospreció de manera indirecta la ayuda hasta la fecha de Miguel Ángel Angulo, un tipo fantástico que renunció a culminar una gran obra con los juveniles por ser un hombre de club. Tres estocadas para recordar que él, es el único que intercambia mensajes con el dueño. Lo dicho: poco tacto; facturas cobradas.

Pero bueno, es lo que tiene el resultadismo: todo esto, poco o nada importa. Porque el Valencia anoche venció, en casa del colista.

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