Las palabras amables de Ernesto Valverde, el primer entrenador que supo sacar todo su potencial oculto, y de Gary Neville, fueron el único consuelo que se llevó ayer Dani Parejo. En mitad del descalabro táctico que hundió al Valencia en la segunda parte, un numeroso sector de Mestalla centró su ira en el excapitán, elevando la relación amor-odio con la hinchada a un grado de tensión jamás visto hasta la fecha y que augura una complicada solución.

Sobre la espalda de Parejo recayó toda la frustración de comprobar que las cuatro victorias seguidas, que la tentación de mirar de nuevo hacia arriba en la clasificación, quedaba reducida a un mero espejismo ante la reaparición de todas las deficiencias estructurales del equipo. El martirio de Parejo duró 20 largos minutos, en un escenario desolador, con el partido sentenciado y con la grada y los futbolistas locales de brazos caídos, rendidos ante la jugada maestra de Valverde con los cambios.

La convivencia entre Parejo y Mestalla nunca ha sido sencilla. En sus primeros años la afición le reprochó una indolencia en su compromiso que anulaba cualquier atisbo de progresión de un centrocampista prometedor, educado en la exquisitez, y las expectativas, de una cantera como la del Madrid. Esa apatía, esa irregularidad, quedó grabada como una mancha indeleble, condenada a reaparecer en futuras épocas de vacas flacas. Cuando pocos apostaban por él, Parejo fue rehabilitado por Valverde, que le hinchó de autoestima para convertirlo en el comandante del juego valencianista en la primavera de 2013. Tras la etapa de indefinición con Djukic, con Pizzi recuperó su mejor versión. Para el recuerdo queda esa imagen de Keita, aireando los brazos, gritando al técnico argentino «no, no!!» cuando decidió sustituir al de Coslada con la remontada casi en el bolsillo en las semifinales de la Liga Europa contra el Sevilla. Con Nuno, su fútbol no fue tan vistoso y asomaron voces críticas, contestadas con una portentosa eficacia de cara a puerta.

Para esta temporada se esperaba una evolución en la madurez futbolística de Parejo, para comprobar si crecía como líder de un Valencia de regreso a la Liga de Campeones. Sin embargo, la situación ha dado un vuelco radical, con malos resultados y actuaciones individuales deficientes y señaladas con errores muy visibles. La tesitura no es sencilla, en una temporada en la que su jerarquía ha sido desautorizada con la retirada, a mitad curso, del brazalete de capitán. Parejo no fue el único blanco de la grada. Negredo acumuló dos claras ocasiones erradas a su colección de goles cantados desperdiciados este año y fue silbado en su sustitución.