Se han cumplido 20 años de este partido: el Valencia le va ganando 4-1 al Barça, Luis Aragonés le sustituye y Mestalla le dedica una enorme ovación. En la imagen de televisión se ve cómo usted hace muecas de asombro.

Me acuerdo perfectamente bien. Fue un partido redondo contra el Barça del Dream Team. El Valencia es un club en el que he sentido mucho cariño, pero tomé la decisión de marcharme porque conseguí dos subcampeonatos (uno de Copa y otro de Liga) y yo lo que quería era ganar títulos.

En ese final de temporada 95-96, usted deja de marcar goles en Mestalla y solo los anota fuera de casa. ¿Fue debido al ambiente hostil contra usted del público, que ya sabía que había fichado por el Real Madrid?

Algún golito metí en Mestalla, aunque fuera es verdad que jugaba más a gusto. La presión que sufrí de Mestalla fue lo nunca visto. Por el amor que me tenía, el público se sintió traicionado. Hasta en los entrenamientos, la gente se enfadaba mucho conmigo y con razón: ahora lo entiendo, entonces no. Y reaccioné como no debía. No supe llevarlo, era muy joven y pagué la inexperiencia. Podría haberlo hecho mucho mejor. Tuve que vivir con dos guardaespaldas.

¿Cómo salió a la luz su contrato con el Real Madrid?

Firmé un precontrato. El Madrid me dice que va a pagar la cláusula (1.250 millones de pesetas), una barbaridad, el traspaso más caro del fútbol español hasta ese momento. Entonces no se pagaban las cláusulas de rescisión. Yo vivía muy bien en Valencia y estaba jugando de escándalo, nunca volví a jugar como esa última temporada, pero todos sabían que yo quería ganar títulos: mis compañeros, el presidente, Paco Roig, el entrenador (Luis Aragonés)... Mis amigos me aconsejaban quedarme, pero yo tomé la decisión de irme y después me dio la razón porque gané la Copa de Europa con el Madrid (1998). El periodista José María García se enteró de todo: tenía delante mi precontrato y lo publica. Y empiezan las turbulencias

¿Por qué prometió ante las peñas que no se iba a ir?

Ese fue uno de mis grandes errores. Debería haberlo gestionado de otra manera.

¿Le dolió que le llamaran Judas?

Judas, pesetero, no, esas cosas pasan, a los jugadores se les insulta todos los días. Lo que me dolión mucho fueron, cuando venía a Mestalla con el Real Madrid, los cánticos que se metían con mi hijo, que por desgracia ya no está desde hace siete años.

Usted llega a Valencia en verano de 1994 y firma con el presidente Arturo Tuzón. ¿Qué se encuentra?

Un señor de pies a cabeza y un gran presidente, aunque el equipo no venía de unos buenos años. Pasieguito vino a Belgrado a verme. Le gente del Partizan me avisa de que habían venido del Valencia a ficharme y yo, por querer hacerlo tan bien, juego uno de mis peores partidos. Tiempo después le pregunté a Pasieguito qué había visto en mí para ficharme: «Los controles, el cambio de ritmo... estaba 100% seguro», me contestó.

Pasieguito, entonces secretario técnico, fue también quien trajo a Kempes.

¡Qué ojo, madre mía! A mí me fichó por un par de detalles.

¿Cómo son sus primeros días en el Valencia?

Estaba Guus Hiddink de entrenador y llego 20 días antes de la pretemporada. Yo era totalmente deconocido. «¿Quién ha traído a ese?», se preguntaba la gente. En mi primer rueda de prensa, los periodistas me pregunta en qué posición jugaba. «Dios mío, no saben ni de qué juego. ¿Cómo voy a triunfar aquí?», pensé. Entonces tomé una de las decisiones más importantes de mi carrera: empecé a entrenarme solo, cada mañana, con un calor tremendo y con la ayuda de Paco Real. De modo que, al empeza la pretemporada, yo tenía una ventaja física sobre los demás.

Fueron años muy convulsos en el banquillo.

Sí, a Hiddink lo destituyen por lo de Karlsruhe y pasan por el banquillo Paco Real, Rielo y Héctor Núñez. Héctor Núñez tampoco me conocía, pero viene con un segundo muy especial para mí, Mario Kempes.

¡Había sido mi ídolo de niño! ¡Qué feliz y qué asustado estaba yo!

¿Cómo recuerda la final de Copa del agua en el Bernabéu (perdida contra el Deportivo en 1995)?

10 días antes de la final tuve un pinchazo en el abductor. Me fui a un médico en Holanda y el tío me cura en tres o cuatro días. No podía perderme la final, la quería jugar como fuera. El Dépor se adelantó jugando muy bien, recuperamos el control con un gol mío de falta y, cuando ya teníamos el partido de nuestro lado, comenzó a caer un agua impresionante y se tuvo que suspender. En los 10 minutos restantes, jugados días después, no nos dio tiempo ni a entrar en el partido por el gol tan rápido de Alfredo. Fue un trauma.

La última temporada suya en el Valencia fue impresionante. ¿Cómo recuerda a Luis Aragonés?

Su primer contacto conmigo fue en el hotel Valencia Palace. Llegué antes y estaba en la cafetería. Me acerco y le digo: «Soy Pedja Mijatovic». Se me pone a un milímetro de la cara, como solía hacer él, y me dice: «Sé quién es usted. Me han dicho que es el mejor, pero voy a pedirle más: ¿Será capaz de dármelo?». Quería saber si yo, aparte de un buen jugador, era un ganador. Después, durante la temporada, nos comunicábamos con la mirada. Siento mucho su muerte (falleció el 1 de febrero de 2014)

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Pero usted se convirtió ese curso en un delantero total, ¿por qué?

Porque Luis me dejó una libertad total de movimientos. Me dijo que me moviera por donde quisiera, sin ninguna obligación defensiva, con una gran sacrificio por parte de mis compañeros.

¿Quiénes fueron sus mejores amigos?

El primer año compartí habitación con Quique Sánchez Flores, después hice una gran amistad con Camarasa, Giner, Fernando, Arroyo... Se sacrificaron por mí.

¿Y Lubo Penev?

El primer año, cuando yo apenas hablaba español, me entendía con él porque el yugoslavo y el búlgaro son parecidos. Después él enfermó (de cáncer de testículo) y le afectó a su carrera, pero pudo volver y jugar otra vez muy bien, sobre todo en el Atlético de Madrid.

En sus tres años en el Valencia, marcó tres goles desde larga distancia. ¿Con cuál se queda?

Hice goles de todo tipo, pero me encantaba dar pases de gol a mis compañeros. Quizá el que marqué al Logroñes desde el centro del campo sea uno de los mejores. Hay otro que fue de volea al ángulo contrario después de un centro desde la derecha de Arroyo. Marqué contra el Barça, contra el Madrid, de falta, que era una de mis especialidades, los dos contra el Atlético en el 1-3 en el Calderó que nos acercó a ganar aquella Liga...

Ese partido en el Calderón fue tremendo (2-3), con dos goles suyos y otro de Poyatos, después de que Luis Aragonés hubiese declarado en la previa que Jesús Gil, presidente del Atlético, estaba «acojonado» ante la visita del Valencia.

Luis también me motivó a mí enseñándome el día del partido una entrevista en Marca a Radomir Antic (técnico del Atlético) en la que decía que había otros jugadores importantes en el Valencia aparte de mí. Subió a mi habitación a darme la entrevista. Le prometí a Luis que marcaría dos goles, por eso cuando marco el primero, miro al banquillo y le digo que ahora viene el segundo.

Con el expresidente Paco Roig usted tuvo una relación de amor-odio.

Sí, fue un presidente muy ambicioso, que quiso hacer un gran equipo, con grandes estrellas, y eso se consiguió después de mi marcha. Tuvo esa visión. Su proyecto empezaba en mí y por eso no me quiso dejar marchar. «Dentro de unos años ganaremos la Liga», me decía. Tenía mucha energía y fue un visionario. Pero cuando se da cuenta de que me voy (al Madrid), rompe conmigo y pasamos del amor al odio. Ahora, pasados los años, nos encontramos y nos llevamos bien.

¿Erró Peter Lim en el fichaje de Gary Neville?

El proyecto de Lim parece serio y necesita paciencia. Los aficionados son muy ambicioso y Gary Neville no tiene experiencia, pero ha sido un gran jugador. Cuando una temporada empieza con dificultades normalmente acaba también así. Le ha pasado al Madrid con Benítez y Zidane.

Después de tres años en el Real Madrid y otros tres en la Fiorentina viene al Levante, en Segunda División, en 2002.

Es un club modesto con un proyecto para subir a Primera. Yo, en ese momento, no estaba muy motivado porque la enfermedad de mi hijo avanzaba y firmo un año. El objetivo era Primera y el club hizo un esfuerzo económico por traerme. Hicimos una buena temporada, pero no fue suficiente y me retiré. Tengo ese año dentro de mí. Estoy muy agradecido al Levante por haberme permitido volver a España y jugar en una categoría, Segunda, que es muy difícil. Es muchísimo más fácil jugar en Primera que en Segunda.

¿Cómo ve la salvación para el Levante?

Complicada. Todo lo que se ha hecho en los últimos años ha sido un milagro para el Levante. No hay que rendirse. Siento y quiero que se salve.

¿Mantiene alguna vinculación con la ciudad de Valencia?

No, no tengo ninguna vinculación. Cuando estuve de director deportivo del Real Madrid, sí que iba, pero ahora no. Pero siempre le deseo lo mejor al Valencia CF y sufro cuando le va mal. Fue mi primer gran amor, independientemente de lo que pasó después, y eso nunca se olvida.