Al Valencia le faltó el hábito de jugar bien. Para un día que lo hizo, el árbitro le robó la cartera. Todo el curso dando pena, primero con Nuno y después con Neville, y para una velada que Mestalla disfrutó de un equipo a la altura de su historia (hoy cumple 97 años), el árbitr0 y su asistente no vieron unas manos clarísimas de Susaeta en la recepción del balón antes del gol de Aduriz. El respeto se gana y Europa no se lo ha tenido este curso al Valencia: eliminado su juvenil de la Youth League por unas porterías de juguete y caído anoche el pimer equipo por un árbitro al final permeable a las quejas interminables de los jugadores de Valverde.

Quizá Neville volvió a desafinar en los cambios (Javi Fuego solo debió haber salido en camilla), pero anoche poco más se le puede reprochar al Valencia. Se defendió y atacó con orgullo, repeliendo Herrerín el cabezazo a bocajarro de Alcácer que habría cambiado la eliminatoria. Al Valencia le quedan dos meses de una insignificancia insoportable, consecuencia de una planificación nefasta. Urge preparar desde ya la siguiente campaña y dejarla en manos de profesionales (García Pitarch). Más que nada para que los «dos meses que nos queda de aguantarnos» (parafraseando a Benítez en su año de transición en Mestalla) sean más llevaderos para la gente de Mestalla.

Una agresividad nunca vista esta temporada en el Valencia le permitió adelantarse en un cuarto de hora frenético: ganaron casi todos los duelos individuales. Los dos goles los fabricó en sendas internadas por el extremo izquierdo Gayà, una bala toda la noche. Su primer centro lo amortiguó Rodrigo, disparó Negredo y el rechazo de Herrerín lo aprovechó Santi Mina. Por fin Neville ubicó al atacante gallego de segundo delantero, la posición reclamada por sus descubridores en el Celta. El segundo centro de Gayà fue más preciso, justo a la cabeza de Aderlan Santos, que se elevó antes de impactar un testarazo a la escuadra. Mestalla empezó a creer. Los jugadores, por primera vez, se habían ganado la confianza. La alineación de Gary Neville (Mina de segundo punta y André Gomes tirado a la izquierda en la medular) había sorprendido a un Athletic dedicado a intimidar al árbitro con un coro de protestas insoportable. La primera tarjeta para Raúl García, después de un millón de menosprecios al árbitro, llegó justo antes del descanso.

Los laterales del Valencia, Vezo y Gayà, le dieron mucha profundidad. De Gaya ya se sabía. La sorpresa fue Vezo, cuya energía resultó contagiosa. Contó con las ayudas de un Rodrigo más sacrificado en tareas defensivas que nunca. Y una poderosa estructura en el medio del campo liderada por Javi Fuego y Danilo. Negredo, además, se sintió liberado con la presencia a pocos metros de Santi Mina. El delantero vallecano le dio un respiro al equipo bajando la pelota, peinándola o protegiéndola.

Y el Athletic seguía protestando

Todo eran buenas noticias para el Valencia. También los pases desacertados de Raúl García. El Athletic no encontraba soluciones, pero el árbitro sí. Neville fue expulsado por las protestas tras el gol de Aduriz. Otra vez el público fue por delante del cuerpo técnico al reclamarle la entrada de Alcácer. Lo hizo por Andre Gomes, vaciando el centro del campo. Herrerín fue una pantalla insalvable para Alcácer. La temporada del Valencia es un fracaso clamoroso. Y el Athetic seguía protestando.