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Off the record

Sentir el Valencia

Sentir el Valencia

Me pregunto si alguno de los consejeros de administración que Peter Lim eligió a dedo tras adquirir la mayoría accionarial de la SAD ya es capaz de sentir el Valencia. Hablamos, ojo, de un concepto mayúsculo e intangible que no está al alcance de cualquiera, por muchos ceros que acune en la cuenta corriente. Sentir el Valencia no tiene nada que ver con invertir en bolsa, crear una joint venture o liderar la lista Forbes. Sentir el Valencia es acudir a un entrenamiento para ovacionar al mismo grupo de futbolistas que tiene al equipo al borde de descenso tras un desembolso de 214 millones de euros en fichajes. Sentir el Valencia supone renunciar a la paella familiar de cada domingo para acudir a la Avenida de Suecia a dejarse el alma y la garganta en la llegada del autobús. Sentir el Valencia conlleva acomodar a tu hija de tres meses en el regazo para que vea el primer partido de su equipo porque con ella somos una más haciendo fuerza. Sentir el Valencia es cambiar el avatar de Twitter y ponerse el escudo del club ante los ojos del mundo porque siendo decimoquinto y eliminados de todo también puede presumirse de colores. Sentir el Valencia provoca celebrar una obra de arte con la firma de Dani Parejo a pesar de haber criticado sus absurdas pérdidas de balón en campo propio y desear su traspaso entre dientes durante más de media temporada. Sentir el Valencia significa sufrir una semana interminable y despertarse el domingo con mariposas en el estómago porque ya ha llegado el día. Sentir el Valencia es gritar al viento el gol de Negredo como si fuera el de Mendi en La Cartuja o el de Vicente Rodríguez en Ullevi. Sentir el Valencia es, en definitiva, vivir al límite.

En un escenario complejo como el que nos ha tocado vivir y contar, un sainete oriental por momentos inescrutable incluso para los ejecutivos del club que conviven en el día a día con miembros de la cúpula Meriton, solo queda encomendarse a la divina providencia y confiar que el susto morrocotudo de estas semanas tenga sentido. Que tanta angustia provoque la deseada catarsis en los despachos. Que no suceda como en 1983. Que ese arranque de oportunismo a cargo del fichaje de los 32 millones de euros no sea la secuela del gol de Tendillo, una proeza milagrosa que solo sirvió para aplazar tres años el descenso a Segunda. El entorno valencianista, alguien debería explicárselo al señor Lim y sus acólitos, no está en absoluto acostumbrado a tener que hacer cálculos para descifrar la cifra de puntos que permite continuar una temporada más en Primera División. Mucho menos a tener que sufrir seis partidos como los que se avecinan, en los que „una vez conseguida la salvación matemática„ solo estará en juego la honra de un vestuario que, excepto casos muy contados y claramente identificables por vivos y muertos, ha tenido la cabeza en otra parte desde hace demasiadas semanas.

Por eso, desde esta misma mañana y una vez recogido el confetti, una palabra debería presidir la puerta de entrada a la zona noble de Meriton aquí y en Singapur: autocrítica. Se trata de la única forma posible para evitar ridículos como el que nos ocupa. De nada sirven la autocomplacencia o la búsqueda de coartadas. Ni los percheros deben quedar en más de un departamento. El Valencia no ha conseguido ninguno de los objetivos que se propuso hace siete meses. En ninguna de las competiciones. Tampoco en la venta de merchandising o los ingresos publicitarios. ¿No nos habían dicho que los contactos de Peter Lim iban a traer un main sponsor de primer nivel para la camiseta? ¿No había asegurado el entorno inmediato del magnate que siendo accionista de McLaren las grandes firmas iban a ponerse en cola a la puerta de Mestalla? Nada de nada. Camiseta en blanco. Como las vitrinas desde hace casi ocho años.

La primera premisa pasa por tener identificado el problema esencial. No hay que ir a Harvard. La planificación de la temporada 2015/16 no la firmaría ni el peor de los enemigos. Para lo que sí se requiere cierta dosis de redaños es para sentarse ante Lim „en Singapur, por supuesto que por aquí ya no aparece„ y decirle a la cara un par de verdades. La primera tiene que ver con su amigo y a la sazón superagente Jorge Mendes. Que se ponga las pilas desde ya mismo para encontrar acomodo a los jugadores que ha traído o mediado para traer y no han funcionado. La lista es larga pero el representante portugués tiene la habilidad y el poder de crear el mercado. La segunda, con el banquillo. Después de patinar otorgando excesivo poder a Nuno y regalando una beca muy bien pagada a Neville, es el momento de entregar los poderes a la dirección deportiva para la elección del entrenador. Para exotismos ya está Bali.

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