Negredo remató de manera poco ortodoxa, con la derecha y casi en una larga cola de vaca, el fatalismo que ha perseguido al Valencia en las últimas jornadas. La imagen de Siqueira cayendo arrodillado sobre el césped, en pleno éxtasis, reflejaba la sensación de epopeya de una victoria que despeja un martirio para el tramo final del campeonato. Sufrimiento máximo como no podía ser de otra forma en esta temporada tan aciaga. El golazo de falta de Parejo, una acción solo al alcance de unos cuantos elegidos, puso al Valencia sobre la pista. El mediocampista madrileño, en su sexto tanto de la temporada en Liga (y tres asistencias), cumplió el pronóstico de su entrenador tras la derrota en Las Palmas: «Parejo será decisivo», avanzó el técnico vasco.

La energía de Mestalla, como si de final de Copa se tratara, propició el abrazo con un equipo en sincronía, esta vez sí, con el afecto de la grada. Después de una primera parte casi perfecta (solo faltaraon más goles), vino una segunda nerviosa, despistada y, finalmente, afortunada con la diana de Negredo. El Valencia se puso serio para alejar tanto cenizo apocalíptico y superar a un Sevilla a medio gas, de menos a más, ganando cuerpo a medida que Emery dio paso a sus mejores hombres (regaló la primera parte). En apenas una semana, Ayestarán ha generado orden, solidaridad y confianza en un conjunto roto con los dos técnicos anteriores. Sin tanta retórica como su predecesor, el preparador vasco ha ido directamente al corazón de los futbolistas: «Salid y devertíos», les dijo para rebajar la presión. «Siempre tendréis un compañero para resolver el fallo individual», les insistió a fin de ganar tranquilidad.

La sensibilidad de la grada estuvo a flor de piel. Mestalla despidió a lo grande a su equipo en el descanso: puesto en pie, vitoreando a los jugadores, rindiendo el mayor homenaje a una exhibición de coraje, de amor propio y de fútbol. Sergio Rico neutralizó lo que debería haber sido una primera parte definitiva del Valencia, perfectamente estructurado en campo contrario, lleno de ambición para atacar por todos los flancos a Sergio Rico. El juego interior lo manejaron a su gusto Parejo y André Gomes. Del exterior se encargaron Rodrigo y Santi Mina, cada uno a su estilo, los dos bien secundados por sus respectivos laterales, Barragán (un coloso ayer) y Siqueira.

Capítulo aparte merece Javi Fuego, pendiente de todos los huecos para evitar la salida a la contra del Sevilla. Un máster por parte del mediocentro asturiano como el jugador-auxilio para los compañeros. Los centrales tampoco se anduvieron con chiquitas, expeditivos tanto Mustafi (salvo por un resbalón que le costó una tarjeta) como Abdennour. Todos con la referencia en ataque de un Alcácer más brillante en el trabajo colectivo que en la definición. Le faltó buscar más la espalda de los centrales.

El recital del Valencia se iba a ir de vacío al descanso cuando apareció Parejo. Si el empeño y la solidaridad no alcanzan, bienvenido sea el talento. En este caso para golpear el balón desde 30 metros. La falta desde la frontal del área se antojaba demasiado alejada. No para un especialista como él. Le pegó con mucha rosca, superó la barrera y cayó a plomo sobre la parte derecha de la portería de Sergio Rico.

El Sevilla había sido una ruina en el primer tiempo, limitado a los pelotazos a Fernando Llorente, que debía bajarlos y convertirlos en algo. La nada. Emery iba a reaccionar en el descanso. Entró Vitolo. Y se notó en el arranque del segundo periodo. Llorente cabeceó alto un centro de Coke tras una mala salida de Diego Alves. Enzo Pérez entró para reforzar la medular, aunque se multiplicaron las vías de agua.

Montaña rusa emocional

El Valencia siguió presionando arriba, sobre la pésima salida de balón de Rami y Fazio, pero las fuerzas defensivas comenzaron a fallar. Sobre todo por el lateral zurdo. Allí se concentraron Coke y Vitolo para meter media docena de centros al área. De allí nació también la combinación culminada con el punterazo a gol de Gameiro, la enésima maldición caída sobre Mestalla.

El final fue una montaña rusa emocional. El empate parecía inevitable cuando Parejo provocó una falta en el rincón del 10 (le embistió Rami, torpe toda la tarde). Parejo la sacó a media altura a ver qué pasaba. Pasó toda una serie de pequeños detalles acabados en la bota derecha de Negredo. Por fin la fortuna cayó del lado valencianista. Por fin Mestalla recuperó la sensibilidad y la autoestima.