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Las enseñanzas de Claudio

Las enseñanzas de Claudio

Claudio Ranieri es más uno de los nuestros que muchos con los que compartimos genética y origen. Por eso, a pesar de que que su segundo paso por el Valencia resultó una estafa putanesca, el primer pasaje fue tan catártico, viró tantísimo la moral de estas huestes a partir de la práctica rudimentaria del fútbol, que bien merece el afecto entrañable al comprobar cómo su Leicester deja la película Moneyball a la altura del betún. (El Leicester está en manos de un magnate tailandés; cuánto daño hacen los dueños asiáticos).

Enseñanzas de Claudio. Nunca subestimirás las posibilidades de un entrenador jubilado que da bandazos por el mundo tal que un zombi y ya solo se dedica a entrenar a selecciones y clubes exóticos. Recordarás que después de obtener finiquitos millonarios por doquier todavía hay chance para la voracidad. Sabrás que el vuelo de una mariposa puede cambiar el sentido de un club desahuciado (un extremo esperanzador para este Valencia). Que el Leicester colista termine siendo líder no es cuestión de virtuosismos tácticos, posiblemente tenga que ver con aprovechar una casualidad para amasar una inmensa convicción. Claudio es un maestro en ese arte; de un grupo desdibujado ensambló el conocido popularmente como «puto Valencia», un 3-0 en el Camp Nou lo transformó en un 3-4. Nadie hablará de él como un gran entrenador, ni como un innovador, sus dotaciones son otras. Ranieri es como una planta de reciclaje: vuelve a la chatarra productiva. Sin él el Piojo, protagonista ayer, no hubiera sido el Piojo.

Enseñanzas de Claudio. Cuando vayas a buscar a un entrenador no te dejarás guiar por sus cualidades, ni por sus éxitos recientes, sino por su capacidad para adaptarse a los condicionantes de tu equipo. Hay técnicos que sucumben ante clubes con grandes expectativas, pero que en cambio se crecen inmensos cuando de sus grupos no se espera gran cosa.

Enseñanzas de Claudio. Retirarse a tiempo está sobrevalorado. Cualquiera en su sano juicio le hubiera recomendado a este cantamañanas romano que dejara de entrenar porque su tiempo había pasado. De haberles hecho caso jamás hubiese podido alcanzar la gesta que, a pocos metros de consumarse, le guardará un cajón preferente en el archivo histórico del fútbol.

Asumirás que un entrenador italiano nunca adaptará sus gustos gastronómicos a la cultura del destino, más bien los convertirá en folclórica palanca para ganarse las simpatías de un mundo tan italofílico como lo es este. El Leicester tocó fondo hace unos cuantos meses en una orgía en Tailandia, con su reputación manoseada. Meses después son buenos chicos que quedan con Claudio a amasar pizza en un restaurante de la ciudad.

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