Mañana, 18 de abril, se cumplen 45 años de la Liga conquistada por el Valencia en Sarrià. ¿Qué pasó cuando pitó el árbitro?

Que nos veíamos campeones porque la gente del banquillo estaba celebrándolo. Un poco de tristeza por haber perdido el partido, pero la gente de Valencia se echó al campo, nos abrazaba, nos arrancaba la camiseta, una explosión de alegría. Di Stéfano nos marcaba con las manos el empate entre el Atlético y el Barça (1-1). No había intimidad en el vestuario de Sarrià.

¿Cómo fue el regreso a Valencia?

La vuelta fue al día siguiente en autobús. Paramos a comer en Vinaròs, creo, y a las cuatro enfilamos a Valencia. En cada pueblo que pasábamos era una caravana de gente: estaba Forment, de Almenara, yo, de Puçol... Massamagrell, la Pobla de Farnals... Fue apoteósico ver a la gente en la carretera vieja de Barcelona hasta Valencia. Y llegamos a Mestalla, que estaba lleno. Directamente a la afición.

Usted tenía 24 años y jugó todos los partidos, 30.

Me rompí el dedo meñique del pie en el campo del Elche y me hicieron jugar todos los partidos hasta el final. Di Stéfano quería que jugara preciso. Me abrían la bota por el costado, me dormían el dedo, corría mal y no entrenaba durante la semana. No pisaba bien y no estaba en condiciones. El rendimiento se notó. Si hubiera llegado bien la final, no habríamos tenido problemas para ganar los partidos. Hoy en día esto no habría pasado.

De los cuatro goles que marcó esa temporada, ¿con cuál se queda?

Con uno al Barça en el Camp Nou, ganamos 0-2, marcamos Valdez y yo; el mío entrando desde atrás, se la toqué a un lado al portero Sadurní, una jugada clásica mía, buscando la combinación.

¿Cómo eran los rivales?

El Atlético tenía a Adelardo, Collar, Luis...; el Barça a Rexach, Marcial, Asensi; el Madrid a Veláquez, Pirri... Todavía no habían abierto la puerta a los extranjeros.

El Valencia era un equipo joven y de la casa.

Conformado sin casi fichajes, gente joven de la casa o de años anteriores. Era un equipo para aguantar la categoría, pero pilló a varios jugadores a un nivel máximo. Se construyó un equipo de atrás adelante. Defensivamente éramos muy fuertes. Te cuento una anécdota: el presidente, Julio de Miguel, en la presentación, dijo que íbamos a quedar entre los seis primeros. Me levanté y respondí: «Siempre estamos igual; ¿por qué no pensar en ser campeones?». Fuimos campeones sin gastarnos ni un duro. Pellicer vino libre, Sergio vino del Levante en Tercera, Forment del Mestalla, mi hermano Enrique del Mestalla, Sol, fichado del Eibar pero de los nuestros juveniles, Valdez llegó con la temporada en marcha... Jugábamos sin delanteros. Forment era un falso nueve, pero dentro del área se movía muy bien. Todo gente de casa y de Tercera División, no consagrada. El único consagrado técnicamente era Paquito.

¿Cómo era el centro del campo?

Paquito de pivote defensivo, aunque tenía libertad para aprovechar su gran zancada. Por delante de la defensa de cuatro. Y después una línea muy poblada de medios, con Valdez un poco más adelantado, de falso extremo izquierda, con menos misión defensiva. Y los demás construíamos defensivamente el equipo. Pellicer, Forment, Poli y yo formábamos ese centro del campo, siendo Forment el que más se incorporaba. Sergio también era muy rápido y se incorporaba. Trabajámos muchísimo, sin ser de gran nivel técnico, pero sí de velocidad de recuperación de pelota y de contragolpe con Valdez y Sergio. Fuimos cinco a la selección: Abelardo, Jesús Martínez, Sol, Antón y yo. Roberto Gil jugó de central el año anterior y Di Stéfano lo apartó del equipo.

Forment lo compara a usted con Xavi.

Me movía por todo el campo, igual defendía que atacaba, daba pases de gol (asistencias que se dice hoy) y marcaba goles. Le pegaba con las dos piernas, me iba en el uno contra uno, salía por dos los costados... comencé como internacional de extremo derecha hasta que Di Stéfano me dijo que debía llevar el peso del equipo desde el centro del campo. En continuo movimiento.

¿Su referente?

Mi ídolo fue Velázquez, que era parecido a mí, pero con menos sacrificio. A veces yo debía marcar a un contrario y no tenía problemas. Contra el Madrid, yo marcaba a Velázquez y Poli a Pirri, y así conseguíamos anular al Madrid de Miguel Muñoz. Pero como yo también creaba, Muñoz me puso encima a Grosso. Yo buscaba a Velázquez, Grosso me buscaba a mí, y tenía a dos jugadores del Madrid encima.

¿Cómo era ese Di Stéfano de 44 años?

Con mucha energía. Le gustaba el jugador de calidad y que se entregara, como él había sido. En mí vio una progresión en el campo. Vino ese año y el equipo lo conformó él. Estaban acabando Mestre, Waldo, Guillot y había que hacer una renovación. Di Stéfano me dijo: «Haz lo que te dé la gana en el centro del campo». El capitán era Paquito. Di Stéfano supo tratarme y ese año comencé a destaparme. Y me dio una posición estable en el centro del campo. Fue el boom mío.

¿A qué se dedicaban sus padres?

Labradores. Siempre nos ha gustado la huerta. Mi padre solo vino una vez a verme, aquí en el pueblo, y se marchó a la media parte porque me habían dado una patada. Murió cuando yo estaba en el Valencia juvenil y no me vio nunca jugar.

¿Cómo es que salieron los dos hermanos futbolistas (su hermano Enrique formó parte de ese equipo campeón)?

Casualidad. Jugábamos aquí en el pueblo, seguí jugando cuando entré en el seminario y al salir también. Y mi hermano igual. Hicimos un equipo aquí extraordinario, cuatro llegaron a profesionales: Figuerola, en el Espanyol, mi hermano.... Íbamos a los campeonatos de los pueblos y los ganábamos todos.

¿Qué importancia le da a la huerta?

Ahora vuelvo a hacer lo que hacía desde pequeño. Mi abuelo tenía tierras y, desde pequeños, nos acostuamos a ir a la tierra: verduras, tomates, melones, cosechas de temporada, todavía no había tantos naranjos... arroz, albaricoques. Ahora voy todas las tardes. Tengo toda clase de fruta para comerla en casa todo el año. Me encanta.

¿Sigue el fútbol profesional?

Veo casi todos los partidos los sábados y domingos y mi mujer se enfada conmigo.

¿Y qué cree que le ha pasado al Valencia?

Le ha faltado todo el año que los entrenadores conocieran a los jugadores, no se les ha aprovechado. He visto un equipo sin estructura ni defensiva ni ofensiva. La temporada ha sido horrosa. Lo mejor es que se acabe. Deben definir qué fútbol quieren hacer y, luego, firmar el tipo de jugadores. Un futbolista puede ser fenomenal en un equipo y en otro no valer nada. Eso pasó aquí en mi época, jugadores extraordinarios que no valían. Y el equipo se fue abajo. No se trata de gastar dinero. Con Ramos Costa se firmaron Lobo Diarte, Kempes, Bonhoff, Solsona y Rep, se gastaron una fortuna, dejaron al Valencia arruinado e hicieron muy poco. Los títulos se consiguen con una estructura. El Valencia siempre que ha ganado ha sido como bloque, todos a una y de pelea. Si quieres posesión de pelota, jugadores de mucha técnica. Si quiere juego vertical, de presión y de trabajo, otro tipo de entrenador y de jugador. El Valencia debería fichar dos centrales inteligentes y contundentes que sepan sacar la pelota y que vayan muy bien por arriba; dos laterales con mucho recorrido, muy potentes; un jugador inteligente al medio del campo que sepa equilibrar; alguna creatividad; y delante futbolistas con definición. El equipo vive del día a día, no de un gran partido.

¿Está todo inventado en el fútbol? ¿Ha habido algún revolucionario?

En el ajedrez, mira si se está jugando años, y nunca se sabe bastante. En el fútbol, igual, te sorprende cada día. El ritmo de hoy es más alto y debes tener una preparación muy grande. Johan Cruyff, en su concepción de atacar y defender en acordeón, fue un revolucionario. Antes el fútbol era más anárquico, más individualista. Ahora, eso de Cruyff lo puede hacer en equipos de jugadores de elite técnicamente. Rafa Benítez demostró en el Valencia que, sin el balón, se podía hacer otro fútbol: compensas a balón parado la diferencia técnica respecto a un gran rival.

Otro mito como fue el húngaro Ladislao Kubala le entrenó con la selección, ¿era comparable a Di Stéfano?

Los dos eran bellísimas personas. Los dos fueron como padres futbolísticos. Fui el hijo predilecto de Kubala. Me hizo marcar a Uli Hoeness en el campo del Espanyol contra Alemania. Me llamó para ver quién hacía esa faena. Yo sabía que quería que la hiciera yo. Jugaba con Pirri en el medio del campo. Con Asensi, Marcial... Yo era más disciplinado.

¿No le molestaba hacer la faena sucia?

Yo rendía más cuanto más trabajo tenía. Siempre he tenido espíritu de trabajo. Esa ha sido mi mentalidad. Yo decía que sí a todo cuando los entrenadores pensaban que había que sacrificar a alguien.

¿Por qué aquella selección no ganó nada?

Nos tocaban rivales como Rusia y Yugoslavia, que entonces eran muy grandes y ahora están fragmentadas. El potencial de España era muy bueno, pero no teníamos una formación de base, salíamos de los pueblos, aquella gente ya tenía escuelas. Aquí el futbolista salía por casualidad, espontáneo. En el Valencia juvenil no teníamos preparador físico. Ahora, en las escuelas, tienen de todo: una base física adecuada a cada chaval. Aquí era un trabajo anárquico, éramos figuras. El jugador era un Dios. Y te lo creías. No vivías la realidad del día a día. España tenía mucho mejores jugadores que Alemania, pero ellos tenía una estructura de equipo. En 10 minuos hacíamos dos goles, pero después perdíamos 5-2.

Cuando dejó de ser futbolista, ¿le costó adaptarse a la vida cotidiana?

Ese es el gran fracaso del jugador, vivíamos en una nube. Te sales y la adaptación nos ha costado mucho y nos cuesta. Lo que hay que hacer es seguir en el fútbol, transmitir la experiencia a los chavales, no montar empresas porque no estamos preparados.

De todo lo que ha hecho tras retirarse, ¿qué le ha llenado más?

Lo que hago ahora, no hacer nada: jubilarme. Lo que más me ha gustado, después de jugar, era estar en la escuela del Valencia, como director de la escuela (aunque el nombre de director no va conmigo), ver a los niños cómo entrenan, progresan. La captación, eso me llenaba. Traje a Isco, recomendé a Cristiano Ronaldo, a los 17 años decía que iba a ser el mejor del mundo y nadie me hacía caso.

Como homenaje a aquel campeón de 71, analice a sus compañeros uno por uno. ¿Abelardo?

Grandes reflejos y en plenitud. Fue el Zamora (19 goles encajados). No era alto, pero sí muy veloz bajo palos.

¿Sol?

Mucho poder físico, e iba muy bien de cabeza, gran recorrido

¿Aníbal?

Paraguayo. Muy bien de cabeza, muy serio, contundente, práctico.

¿Tatono?

De Cartagena. Más rápido y técnico con lel balón.

¿Antón?

Parecido a Sol, pero por la izquierda. Subía y bajaba mucho. Gran zurda y mucho desparpajo: se creaba su propia jugada, como aquel gol decisivo en Sabadell en una arrancada desde centro del campo. Los dos laterales hacían mucho daño. Subían y recuperaban mucho.

¿Pellicer?

Vino del Barça, muy listo, recuperaba mucho, mermado en condiciones físicas, pero gran pelea.

¿Sergio?

En formación, pero espíritu de trabajo y velocidad para jugar a la contra. Y siempre preguntaba para mejorar. Desbordaba y me creaba espacios a las espaldas de los centrales para mis pases largos.

¿Forment (8 goles)?

Sabía tener el balón y siempre estaba bien colocado dentro del área, resolución rápida y con criterio.

¿Paquito?

El más veterano, el maestro, desde atrás organizaba, sabía cuándo tenía que apoyar al equipo, el alma del equipo, un Busquets.

¿Valdez?

Distinto, saltaba muy bien pese a no ser alto, muy listo para el uno contra uno, mucho desborde y gol.

¿Enrique Claramunt (4 goles)?

Había hecho una gran temporada en el Mestalla. Un gran suplente cuando Sergio o Valdez no jugabana. Comenzó de extremo derecha. No le dieron el valor que merecía por ser mi hermano. Lo perjudiqué más que beneficiarlo.

¿Poli?

Todoterreno, recuperaba mucho, no dejaba moverse al contrario. Era de Puente Genil (Córdoba).

¿Jesús Martínez?

Muy inteligente, sabía guardar posición y rectificar al compañero al cruce.

¿Vidagany?

Genio y entrega enorme. Intimidaba al contrario, rapidísimo.

¿Ansola (cuatro goles)?

Un delantero centro muy bueno para casa porque en carrera le pegaba fenomenal al balón, y muy potente de cabeza.