Ni con su tercer tanto, en el minuto 40 de la primera parte, Paco Alcácer había expulsado toda la rabia acumulada en casi tres meses de sequía. Nada más ejecutar su espléndido cabezazo, el delantero de Torrent recogió la pelota y la reventó con un puntapié airado, al cielo de Mestalla, reprochándole al balón toda la ingratitud.

No existe otro factor que condicione tanto en el fútbol como la racha de un delantero de cara a puerta. Una estadística que da sentido o anula todo el trabajo de un atacante. Es el caso de Alcácer, al que no se le podía reprochar esfuerzo, sacrificio y una voluntad inquebrantable para rebelarse ante una maldición que se prolongaba desde el 21 de enero, cuando marcó su último tanto, ante Las Palmas. Ruud Van Nistelrooy, un goleador de raza, llegó a comparar las rachas con las sacudidas a un bote de ketchup. «A veces no salen por mucho que lo intentes y luego vienen todos de golpe». Siguiendo esa metáfora, una espesa mancha de salsa de tomate cubrió toda la hamburguesa con la que Alcácer se cenó a un Eibar relajado, con los deberes hechos, perfecto sparring de un Valencia ansioso de disfrutar, por fin, de una velada lúdica, de cine y palomitas, tras los dichosos pero agónicos encuentros ante Sevilla y Barça.

Recuperado el andamiaje táctico, el buen juego llega solo. Una precisa combinación colectiva desembocó en el penalti sobre Parejo. El primer lanzador es el de Coslada, pero entendió que la pelota debía ser para Alcácer. Su disparo no fue del todo bueno, tampoco el rechace cazado al vuelo, pero era un gol que tenía que entrar por insistencia y cabezonería. Felizmente liberado, su segundo y tercer tanto ya tuvo la rúbrica rotunda de un goleador, con remates limpios por las escuadras. Las opciones de gol de Alcácer ganan enteros si el acompañamiento del resto de la orquesta es el adecuado. El capitán reencontró como socios a Parejo, André Gomes, Cancelo y un Rodrigo metido en todos los caldos. La sinfonía era más rica en matices.

El triplete en 40 minutos desempolvaba incluso estadísticas olvidadas en la memoria. Desde 2002, con Pablito Aimar, no se anotaba un «hat-trick» en la primera parte. Y había que remontarse a 1974, con Quino, para encontrar a un jugador español que marcase tres goles en el primer acto para los de Mestalla.

Quedaba media parte para paladear la victoria. Cancelo se apuntó a la fiesta con el cuarto, la afición silbaba a Asier Riesgo, meta visitante, por demorar sus saques de puerta. Lógico. Tras este interminable invierno, el apetito de Mestalla es insaciable. Se recuperaron cánticos de los días felices, como ese primitivo pero elocuente «¡eo, eo, eoé!», de grada a grada. En el minuto 63 el estadio representó una ola mexicana, una escena impensable hace solo dos semanas. En el minuto 68 Ayestarán retiró a Alcácer y Mestalla regaló la ovación de la noche para Alcácer, en el feliz regreso del ídolo. La fiesta fue completa al no encajar ningún gol, por primera vez desde 23 jornadas.

«Recobro la confianza»

Con la explosión goleadora de anoche, Alcácer ha alcanzado la cifra de 14 goles en partidos oficiales, repitiendo su techo goleador de las otras dos temporadas que lleva en el primer equipo. Desde la remontada europea ante el Basilea, en 2014, que no marcaba tres goles en un mismo partido: «Me hacía falta una noche así, sí. Después del gol ante Las Palmas, vino la lesión y me paró en seco, y luego tuve más molestias, y he estado forzando y no me salían las cosas. Sí, necesitaba los goles, y los delanteros necesitamos esto para vivir. Estaba preocupado por la racha negativa porque si los delanteros si no marcamos goles nos falta algo en la vida, y estos tres me vienen bien para recobrar la confianza y, encima, sin los compañeros, es imposible».