Los vientos vuelven a soplar favorables para Dani Parejo, cuya trayectoria en el Valencia, que ya se remonta a cinco temporadas, ha estado protagonizada por rachas zigzagueantes, picos y bajadas, odios y amores. El centrocampista de Coslada es uno de los futbolistas que más reforzado ha salido de la llegada de Pako Ayestarán al banquillo de Mestalla. Su papel en las tres victorias consecutivas, sobre todo en los duelos ante el Sevilla y el Barcelona, ha sido fundamental. En una de las temporadas más delicadas a nivel personal, contestado por un sector de la grada, despojado de la capitanía en pleno campeonato y con rumores sobre una posible salida del club, Parejo vuelve a ser la brújula del Valencia.

No es la primera vez que Parejo remonta el vuelo tras la llegada de un nuevo entrenador que sí sepa darle el encaje adecuado en el equipo y encontrarle regularidad a su incuestionable talento. Aterrizado en Mestalla en el verano de 2011, contó con minutos con Unai Emery pero su progresión no avanzó por la bisoñez de un fútbol irregular, algún episodio extradeportivo y el fútbol más fiable de Tino Costa y Ever Banega.

En 2012, su papel con Mauricio Pellegrino como técnico fue irrelevante. Además, Parejo vivió las primeras críticas de la afición en uno de los primeros duelos de esa campaña en Mestalla, ante el Celta (2-1), en el que Jonas también fue reprobado por la grada. El nivel de rendimiento no era óptimo ni tampoco acompañaba otro intangible, que sigue arrastrando incluso hoy. Parejo representa un prototipo de futbolista que, por su por su frialdad y la apariencia lenta de su fútbol cerebral, despierta recelos en el sector más impaciente de la hinchada. Además, por sus características técnicas y su modo de jugar, siempre ofreciéndose a recibir la pelota, más se expone al riesgo y a la pérdida que genera la contra rival. En temporadas, como la actual, en las que el resto del equipo no acompaña y se asfixian las líneas, la debilidad de Parejo queda a la intemperie.

Con Valverde empezó todo

Con Ernesto Valverde, sustituto del despedido Pellegrino, se vio por fin a un Parejo sólido y líder. Apareció el talento que enamoró a Alfredo Di Stéfano en las inferiores del Real Madrid. Valverde lo situó como 5, por delante de los centrales, para dar una salida fácil de juego a un equipo necesitado de respuestas. El equipo firma una gran primavera. El Txingurri retocó otras piezas y accionó la maquinaria colectiva. Guardado pasó a ser un interior profundo y Banega, más cerca del área, ganó en desequilibrio.

El molde dejado por Valverde no lo supo aprovechar Miroslav Djukic, en el inicio de la 2013/2014. Parejo es un fijo en las alineaciones pero el Valencia no abandona su trote vacilante y el centrocampista de Coslada, a su vez, pierde la frescura. A mitad temporada se repite el guión. Finiquito a Djukic y, tras una renovación intensa del equipo en el mercado de invierno, Juan Antonio Pizzi, nuevo «míster», ve en Parejo al ideólogo para manejar su proyecto. El Valencia, sin la exuberancia de las tardes de Valverde, repunta al alza y se descubre una nueva faceta en el juego de Parejo, su llegada desde segunda línea. Hasta ese momento, el ex del Getafe solo había contabilizado un gol en Liga con los blanquinegros, en su primera temporada. A partir de entonces, desde el tanto que inicia la remontada en el Camp Nou (2-3), mejora la relación de Parejo con el gol.

Buena cuenta sacó el siguiente entrenador, Nuno Espirito Santo. En la máquina poco vistosa pero efectiva que fue el Valencia del curso 2014/2015, la finalización de Parejo fue un clásico. Tanto en llegadas desde la frontal, como en golpeos de falta y, como novedad, en los cabezazos para acabar jugadas de estrategia. Parejo había perdido lucimiento pero sus estadísticas eran incontestables y acabó renovando.

Pero nunca como en esta campaña el liderazgo de Parejo había sido puesto tan en entredicho. La caída en picado del Valencia, acelerada con la etapa de Gary Neville, dejó muy expuesto al centrocampista madrileño, con errores en pérdidas de balón que soliviantaron a un nutrido sector de la hinchada y que afectaron anímicamente al futbolista, que llegó a plantearse la posibilidad de una salida en verano. A pesar de los vaivenes, y de bofetadas como la pérdida del brazalete, las cifras de Parejo han acabado siendo buenas.

Con 27 años recién cumplidos, en plena madurez futbolística, Parejo contempla el futuro con más calma, con cuatro años de contrato en el horizonte y con la voluntad de seguir siendo importante en Mestalla.