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Nos quedan dos meses de aguantarnos

Benvolgut entrenador

Benvolgut entrenador que estás cerca de desembarcar en este nuestro paraíso terrenal. Aviso: cuando llegues al Valencia deberás aprender una serie de principios innegociables. Si yo fuera el club en alguna mínima representación (déu-mos-guarde) me aseguraría de que el entrenador recibiera por fascículos un catecismo con el que lubricar su recepción.

Benvolgut entrenador, ay. No hagas tuyas las sospechabas ambientales destinadas a prejuzgar a la muchedumbre mestallera. No creas que el del Valencia es un entorno comparable al averno porque si lo haces pasarás a adoptar una posición acomplejada; el valencianismo gusta de tipos liberados sin demasiados complejos.

No asumirás como propia la falacia sobre la afición quejosa. La del VCF es una masa complaciente, tirando a facilona, siempre y cuando uno se muestre contrario a la monotonía. Te habrán intoxicado con las penitencias de Cúper y Unai, yo te hablaré de Ranieri, Valverde o Pizzi; circularon en góndola por la vieja acequia de Mestalla. A los aprendices de entrenador no los incluimos en esta tienta porque estamos esperanzados, benvolgut entrenador, que tú no formarás parte de esa ralea.

No te escudarás en la la juventud de la plantilla tras las primeras suertes adversas. Nos da igual si el equipo es joven o va camino del geriátrico. Sean juniors o seniors te exigirán porque eso es lo que ha permitido al club avanzar entre sus propias marañas, impulsado por un anhelo gigantesco.

Nos dará igual que entre un Valencia cochambroso y sus rivales aspiracionales haya kilómetros de distancia, puestos a darnos igual nos importará poco incluso si el Valencia debe estar luchando por la liga, la Champions o por clasificarse para el trofeo primaveral del Sevilla. La estima que recibirás dependerá de tu capacidad para estimular, para infiltrar al equipo de coraje, virtud capital para Mestalla, ignorada por tus antecesores inmediatos.

No, no, benvolgut entrenador. No queremos a un entrenador que quiera hacer del Valencia una escuadra animosa y cuqui, más bien queremos uno con cicatrices que cristalice equipos mal encarados. Y en fin, no queremos un entrenador cuya existencia transcurra pendiente de esta clase de estúpidos consejos, a expensas de lo que dirá la parroquia. Preferimos uno de duras convicciones capaz de resucitar con sus enseñanzas a un cadáver. Benvolgut entrenador, quizá no existes.

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