Pako Ayestarán, de 53 años, siempre tiene una cita a mano, un anécdota o una escena de una película para metaforizar la realidad. Posee una curiosidad infinita por la vida, ansioso por aprender, siempre abierto a experiencias, sea como preparador físico del Liverpool campeón de Europa en la final más alucinante de la historia (los reds remontaron un 3-0 al Milan tras el descanso, en 2005), como entrenador del Macabbi de Tel Aviv en Jesuralén (allí trabó amistad como el periodista de guerra Mikel Ayestarán), o como técnico del Tecos mexicano.

«Hay que adaptarse, hay que adaptarse a la cultura en la que vas a trabajar», repite como un mantra antes de ilustrarlo con un ejemplo: «Los Jesuitas se vestían como los indios para tratar de evangelizarlos». En el viaje a Singapur de la semana pasada, Ayestarán tenía muy interiorizado el discurso con el convencería al dueño del club, Peter Lim, de que él era la persona idónea para dirigir el nuevo proyecto. Hablaba de sistemas y de valores como pasos imprescindibles para llegar a la constancia en el rendimiento. La cultura de club se basa en la elección de las personas adecuadas para cada puesto, desde el utillero hasta el delantero goleador, y la exigencia máxima para todas ellas.

Kily y Vicente como ejemplos

Pako saca ejemplos de todas sus experiencias. Y de la que vivió como preparador físico de Rafa Benítez en el Valencia campeón de dos Ligas (2002 y 2004) y una Liga Europa (2004), extrae una imagen muy potente: «Kily González y Vicente se mejoraban mutuamente a través de la competencia. Si uno de los dos estaba lesionado, el otro bajaba su rendimiento». De aquella época, Ayestarán conversó estos días con uno de los líderes de aquel equipo, David Albeda, y su visión del rendimiento del capitán de La Pobla Llarga difiere. «Albelda piensa que, para sus condiciones, hizo más de lo que podía. Yo pienso lo contrario. Creo que tenía condiciones para haber hecho más», dice Ayestarán. Esa misma exigencia se la transmitió en Singapur a Alcácer, que llegó relamiéndose las heridas por haber quedado fuera de la lista de Del Bosque para la Eurocopa de Francia. «Esto te servirá para aprender que los éxitos individuales son consecuencia de los colectivos», le dijo Ayestarán, reclamándole que evite la autocomplacencia de ser el preferido de la grada (como le sucedía a Steve Gerrard en el Liverpool, otro ejemplo).

Incómodo para los jugadores

Su liderazgo no va a resultar cómodo para los jugadores. Lo pudo comprobar Feghouli, al final de la pasada campaña, cuando se negó a entrenar después de un partido. «Pako te da un par de oportunidades y si le fallas, fuera», cuenta una fuente del vestuario.

Ayestarán huye de las zonas de confort. No se conformó con ser considerado el mejor preparador físico del mundo. «Quiero desarrollar un proyecto deportivo global. Si no es en el Valencia, será en otro sitio», repetía cuando tenía muchas dudas sobre si Lim aprobaría su renovación. Esa fortaleza de carácter procede de su madre, Visitación, propietaria en su día de un ultramarinos en Beasain, una mujer tan aficionada al Athletic que ponía en el escaparate e la tienda dos gatos de madera vestidos de rojiblanco y, según la posición, el viandante sabía si el club vizcaíno había ganado o no. Hace poco, Pako le regaló a su madre octogenaria una camiseta firmada por Iribar, su ídolo. Su padre, dedicado a la construcción, era de la Real Sociedad. Y Pako sufrió tal decepción cuando, a los 15 años, no superó las pruebas de la cantera de la Real, que bajó notablemente en las notas del colegio. Pasado ese año, lo superó y volvió a ser un buen estuadiante. Los hábitos preceden a los mejores estudiantes. Y él pretende que lo sean sus jugadores en el Valencia.