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Benítez y el amor

Benítez y el amor

Que un entrenador pase en unos pocos meses de entrenar a uno de los dos clubes más ricos del mundo a decidir voluntariamente dirigir en Segunda División a un equipo sito en una ciudad fea de Inglaterra es una maniobra incomprensible que solo puede responder al dinero, la inconsciencia o una necesidad sanadora de encontrar refugio emocional.

La voluntad del entrenador angloespañol Rafa Benítez de quedarse en el Newcastle podría tener que ver con las tres alternativas, pero es sobre todo una retirada a una clínica en la que rehabilitar sus convicciones. Se trata de un entrenador herido iniciando un proceso de cura.

La última vez que fue entrenador en Segunda ascendió al Tenerife y recibió el telefonazo de Javier Subirats como la alcaldesa que pulsa tu número para elegirte fallera. Benítez entonces era la decimonovena opción, no como Ayestarán, elegido a la primera. En ese momento, mucho antes del divorcio, Pako acompañaba a Rafa. Ninguno de ellos podría imaginar que quince años después Rafa entrenaría a un descendido y Pako al Valencia, aunque es probable que Pako empezara a fantasear con ello. Es admirable su tesón para dar caza a los retos. Es inimaginable lo que nos puede ocurrir dentro de quince años.

Cuando Benítez recibió la llamada, este periódico entrevistó a quienes mejor lo conocían para desencriptar una elección que a todas luces parecía descabellada y que sumió en la depresión a la militancia. Uno de ellos subrayaba el carácter perfeccionista del madrileño, sus sesiones de estudio eterno en la ciudad deportiva del Madrid, rozando lo enfermizo.

Empezaba a construirse el «paradigma Benítez» por el cual cualquier entrenador incipiente por discreta que haya sido su trayectoria anterior es considerado capaz de triunfar en el Valencia. Normal que la mayoría fracasen.

Benítez, entre tanto, maceraba la obsesión íntima, no revelada: entrenar al Real Madrid, ser el protagonista allí donde había criado su pasión. Después de consolidarse como uno de los tipos más sólidos de los banquillos europeos, llegó el momento. Como ocurre tantas veces, aquello que ambicionas durante toda la vida cuando acaba dándose es corto e insatisfactorio. Benítez es un apestado en su país, le sirvió de poco tener uno de los mejores historiales en un técnico español. No fue considerado digno de triunfar en el Madrid por su origen descastado, por su índice de masa corporal y por su labia gruñona. La obsesión de su vida fue más poderosa que él.

El golpe ha sido tan doloroso que con urgencia necesitó resarcirse. Se equivocó. Ahora busca rehabilitarse agarrándose a unas pizcas de lo que le faltó en su segundo paso por la élite española: algo de amor. Refugiarse lejos de donde comenzaron sus anhelos. Tomando algo de distancia la de Benítez el apestado es la bella historia de un técnico retransmitiendo en directo su caída libre. Es sencillo pronosticar su declive final como entrenador, pero me temo que es solo una interrupción no prevista.

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