Este fin de semana han empezado las vacaciones para José Luis Gayà, dieciocho días después que el resto de sus compañeros. Desde que acabara la temporada 2015-16, el jugador de Pedreguer, de 21 años, ha estado exprimiéndose en el gimnasio de la ciudad deportiva con el objetivo de llegar al 4 de julio, fecha del regreso al trabajo, sin rastro alguno de sus molestias de pubis. Sin ese dolor que aumentó la tortura psicológica que significó para el defensa la pasada campaña.

Gayà quiere reencontrarse con las sensaciones de la temporada de su estreno con el primer equipo, cuando se convirtió en el lateral izquierdo revelación de Europa y renovó su contrato con el Valencia ante el firme interés del Real Madrid en hacerse con sus servicios. Una progresión cortada de raíz en el curso siguiente, en el que la pésima marcha del Valencia marchó paralela a los constantes problemas físicos. Un año que fue una pesadilla para Gayà, uno de los futbolistas que más hondo tiene arraigado su compromiso valencianista con el equipo, club al que acudió a entrenar, durante su época de formación, en largos viajes diarios desde Pedreguer. La deriva del Valencia, agravada en la época de Gary Neville, le hizo sufrir mentalmente más, circunstancia compartida con su compañero y amigo Paco Alcácer.

Los problemas empezaron el 19 de diciembre, cuando Gayà pidió el cambio contra el Getafe al sentir molestias en el pubis. Una lesión delicada que en muchos casos obliga a parar completamente y guardar reposo. Las necesidades del Valencia eran tan urgentes que Gayà prefirió seguir, acumulando un dolor creciente que se hacía especialmente intenso cada mañana, al levantarse de la cama, con la zona afectada paralizada por las molestias. Durante dos meses, incluso, entrenó en sesión doble para acelerar plazos sin dejar de competir.

El cuerpo aguantó hasta el 22 de marzo, contra el Celta de Vigo. Gayà había saltado al campo en sustitución del lesionado Siqueira (incorporado en el mercado de invierno para darle descanso), pero no pudo acabar el partido al romperse los isquiotibiales, con los cambios ya completados. Fue el momento en el que Gayà, y el Valencia, tocaron fondo. El equipo había perdido 0-2, se acercaba peligrosamente a la zona de descanso y Mestalla pedía a gritos la destitución de Gary Neville, que se consumaría a los pocos días. Ya no reaparecería hasta un mes después, para jugar sus últimos minutos del año saliendo de refresco ante el FC Barcelona y el Eibar.

Gayà encara la próxima campaña con una espina clavada y mucho amor propio. Su recuperación debe ser la del Valencia.