­En la primavera de 1996 toda una generación de valencianistas sintió por primera vez que su equipo podía volver a ser campeón de Liga, un hito que se perdía casi en forma de leyenda, en 1971. Los Zubizarreta, Fernando, Camarasa, Arroyo, Gálvez, Ferreira, Otero, Viola, Mendieta y el mejor Pedja Mijatovic reencarnaron el recuerdo de los Claramunt, Abelardo, Sol y Valdez gracias a la portentosa temporada firmada con Luis Aragonés (fallecido en febrero de 2014) como técnico y principal artífice de un milagro incompleto. Al Valencia, segundo clasificado con 83 puntos, a cuatro del Atlético, solo le faltó la rúbrica.

Si bien Aragonés, en su extenso refranero, insistía en que «de los subcampeones nadie se acuerda», la huella del Valencia del curso 95-96 sigue presente, veinte años después. «Cuando años después volvíamos a Valencia con la selección, Luis no podía dar dos pasos sin que lo parase la gente, en los 200 metros que había que caminar hasta el estadio. Continuó siendo un ídolo para la afición, se le tenía mucho cariño y era algo recíproco. Él también lo sentía para el valencianismo». Quien habla, orgulloso y un punto nostálgico, es Jesús Paredes, el fiel lugarteniente que acompañó como preparador físico al Sabio de Hortaleza durante toda su carrera y que asistió en primera línea a la gran transformación del Valencia. «Al principio empezamos con dudas. Quizá no se ganó la Liga por los puntos que se perdieron al inicio», afirma Paredes a Levante-EMV.

El contexto en el que se gesta aquel Valencia no era sencillo. Un equipo renovado, sin referentes como Penev, Roberto o Giner, que no se había quitado aún el mal sabor de boca de perder la final de Copa meses antes ante el Deportivo. Además, la temporada empieza con un batacazo, derrota por 3-0, precisamente en Riazor: «Perdimos ante el Deportivo, pero el equipo estaba muy trabajado desde el verano, era un muy buen equipo, con experiencia y juventud, que necesitaba un espaldarazo. Tenía las ideas muy claras», asegura a este periódico Fernando Gómez Colomer, el director de juego de aquel Valencia. Luis logró hacer un equipo a su imagen y semejanza, tocando teclas muy concretas. El mediocentro Vicente Engonga pasó a brillar como líbero de una defensa de tres en la que el lateral Otero se reconvirtió en un pegajoso central. Y hubo otro cambio más, el que perfeccionó el mecanismo contragolpeador de aquel equipo. El mediapunta Pedja Mijatovic se recicló en delantero: «Luis se lo dijo claro. ´Déjese de estar por el centro del campo. A usted lo quiero arriba, marcando goles´. Años después, Pedja me recordaba que jamás había logrado marcar 28 goles en un campeonato», rememora Paredes.

El Atlético firma un arranque fulgurante, por delante de Madrid y Barcelona. Mientras, el Valencia, poco a poco, discretamente, va creciendo, ganando músculo. Así describe Fernando la evolución blanquinegra: «Éramos un equipo fuerte en defensa, difícil de vencer. Daba la sensación de que atacábamos con pocos jugadores, con un 3-5-2, pero en realidad éramos un equipo con mucha facilidad para marcar. Entre Mijatovic, Gálvez, Viola y yo marcaríamos unos 60 de los 77 goles de aquella Liga. Y la puntuación, pese a haber 22 equipos, fue proporcional a la lograda en las ligas ganadas por Rafa Benítez».

«Nada a la improvisación»

El Valencia fue adquiriendo el carácter rebelde de la propia personalidad de Aragonés. Le contagió su carisma natural: «Luis no dejaba nada a la improvisación. Les hizo creer que podían competir, que podían ser campeones», constata Paredes. Fernando destaca «la meritocracia» que instaló en un vestuario que prácticamente veneraba a su técnico. «La sinceridad, lo apropiado y lo justo de sus palabras nos favoreció muchísimo. Lo habitual es que un técnico tenga de lado como mucho al 70 % de su plantilla. Luis llegaba al 90 %. Exprimía a los jugadores importantes y el resto se sentía útil porque el esfuerzo se recompensaba con minutos. Sacó lo mejor de nosotros. Yo quería jugar hasta lesionado».

Real Madrid y Barcelona se marchan de Mestalla con cuatro goles cada uno en el zurrón. La convivencia en aquel equipo fue generando multitud de anécdotas, en entrenamientos y partidos: «Recuerdo la media parte del partido ante el Barcelona. Luis preguntó si había dudas y Romero, lateral izquierdo, preguntó que por su banda entraban Figo y De la Peña. Que cómo debía marcarles. Luis se lo dijo fácil. ´¡Pues marque a los dos!´. Y lo hizo. Y vaya partidazo jugó», recuerda entre risas Paredes.

Un partido, un 2-3 tocado de heroica en el Calderón con un cabezazo liberador de Poyatos, convierte al Valencia en candidato al título: «De ese partido recuerdo a Solozábal [central del Atlético], ya con 2-3 en el marcador, pidiendo a su equipo que se replegase. Tenían miedo a que marcásemos uno más y que les ganásemos el goal-average. Me lo reconoció», apunta Paredes, impactado todavía con el recibimiento que dispensaba la afición al equipo tras cada victoria a domicilio en el tramo final, tras cada palmo que se recortaba al Atlético: «Llegábamos de madrugada a la ciudad deportiva de Paterna y estaba llena de aficionados. Pero hasta en la carretera de acceso a las instalaciones».

En la fulgurante remontada de puntos al Atlético en la segunda vuelta, el Valencia se sobrepuso a dos grandes adversidades. La primera la lesión del joven goleador Pepe Gálvez, que se rompió los ligamentos de la rodilla en el campo del Betis. El brasileño Viola, inadaptado hasta entonces, coge el testigo y comienza a marcar goles, celebrados con una particular danza que provocó el popular cántico de «Uh! Ah! Viola!».

El otro golpe encajado fue cuando se supo, a mediados de marzo, que Mijatovic, faro y estrella del equipo, había firmado por el Real Madrid, que pagaría su cláusula de mil millones de pesetas. La noticia conmocionó a una hinchada que idolatraba al montenegrino de rizos engominados y fue el germen de la rivalidad moderna entre Valencia y Madrid. «No nos afectó en absoluto. En el vestuario ni hablábamos del tema». Preguntado por Pedja, Paredes cree oportuno «desclasificar» cómo gestionó Aragonés la situación: «Circulaban rumores de que si fichaba por el Madrid, ya no iba a jugar el resto del año. Luis le tranquilizó. Estábamos concentrados en El Saler y, a la hora de la siesta, antes del entrenamiento de la tarde, fue a su habitación. Le dijo que con independencia de lo que decidiese, no le iba a pasar nada, continuaría jugando. No dejó de marcar goles».

Si el Valencia no ganó la Liga, coinciden tanto Fernando como Paredes, fue por la remontada 2-1 sufrida en Tenerife, en la jornada 34: «Marqué en la primera parte y nos remontaron con dos jugadas a balón parado. También fue crucial el partido que jugó el Atlético en ese estadio. Aguilera, que estaba fichado por el Atlético, falló a puerta vacía». Aún así, el Valencia tuvo opciones hasta la última jornada.

Aquel Valencia dejó una impronta. «Estuvimos cerca de volver, surgió la posibilidad en diciembre de 2012. Luis no le habría dicho que no al Valencia. Se decidieron por Valverde», evoca Paredes.