­Juan Antonio Pizzi vive una época feliz como seleccionador de Chile, equipo al que ha llevado hasta la final de la Copa América con solvencia. La Roja, la auténtica Roja, se jugará el título ante Messi y compañía bajo la batuta de un técnico que pasó fugazmente por Mestalla, pero que dejó huella. El Valencia lo fichó en invierno de 2013 y al siguiente verano le dio puerta por el cambio de propiedad. Nunca se sabrá qué hubiese pasado si Pizzi hubiera continuado al frente del Valencia hace dos temporadas, pero nadie puede negar que era un entrenador que conectó con la grada y el vestuario.

Pizzi es una de las figuras que mejor representa el cambio de orden que experimentó el Valencia con la llegada de Peter Lim. Después llegaría el adiós de Rufete, y con él Fabián Ayala, pero la primera gran ruptura con el pasado tuvo al entrenador de protagonista. Su marcha fue la primera decisión del empresario de Singapur, pese a que aún no había firmado la compraventa con Bankia, y la primera tensión que vivió Amadeo Salvo, entonces presidente del club.

El Valencia apostó por Pizzi en diciembre de 2013 para sustituir a Miroslav Djukic, con una experiencia casi efímera en el banquillo de Mestalla. El serbio no respondió a las expectativas en aquel comienzo de temporada 2013-14, cuando se comenzó a gestar de verdad el futuro traspaso accionarial del club por el imperativo de Bankia. Djukic había sido la gran primera apuesta de Salvo nada más aterrizar en la presidencia, el 4 de junio de ese año en la Junta Extraordinaria de Accionistas. Pese a que el dirigente aseguró a los micrófonos de Canal Plus que no destituiría al serbio bajo ningún concepto, así lo hizo tras la derrota por 3-0 ante el Atlético de Madrid el 16 de diciembre.

La metáfora del traje grande

El Valencia llamó entonces a Pizzi, comprometido con el San Lorenzo de Almagro, con el que había ganado el Torneo Inicial de Argentina. Aún así, dijo que sí al ofrecimiento del equipo de Mestalla, al que cogió noveno con 20 puntos y con el que había jugado de delantero en la temporada 1993-84 sin mucho éxito. En regreso, se presentó con un traje enorme, pasado de talla, en el césped de Mestalla. Una metáfora perfecta sobre lo que ocurrió después: aquella aventura le quedó un poco grande.

Su arranque no pudo ser mejor: ganó al Levante UD en su debut y, semanas después, consiguió un sonoro triunfo en el Camp Nou (2-3) aderezado con la goleada al Betis (5-0) en la jornada posterior.

El Valencia, sin embargo, no progresó más en la Liga. Al contrario, no consiguió siquiera clasificarse para competición continental. El gran mérito del equipo estuvo en la Liga Europa, donde el conjunto blanquinegro se quedó a unos segundos de la final ante el Benfica. Si el Pizzi entrenador quedó en el recuerdo de Mestalla fue por aquellas dos noches ante el Basilea y el Sevilla. Con él, el Valencia vivió una de sus mejores remontadas europeas, el 5-0 al Basilea tras el 3-0 sufrido en Suiza. Tres goles fueron de Paco Alcácer, futbolista al que Pizzi le dio vuelo. En la semifinal, el Valencia tenía remontada también la eliminatoria frente al Sevilla, con 3-0 después del 2-0 del Sánchez Pizjuán. Hasta que aquel gol de M’Bia en el minuto 93 dejó el estadio como un velatorio.

Con Pizzi triunfa en la Copa América Eduardo Vargas, futbolista que pidió cedido para el Valencia y que cumplió durante aquellos meses con el conjunto de Mestalla. Hoy aspira a ser máximo goleador del torneo.

Terminada la temporada, y a la espera de que Lim y Bankia llegasen a un acuerdo, el entonces director deportivo, Rufete, confirmó la continuidad de Pizzi para la siguiente temporada. «Juan es nuestro entrenador», dijo. Hasta que el entonces inminente propietario del Valencia ordenó la incorporación de Nuno —procedente del Rio Ave— como técnico, uno de los primeros fichajes gestionados por el representante Jorge Mendes. Salvo tuvo que retractarse cuando conoció la noticia: «Lo fichamos nosotros, no Lim», vino a decir en su primera fricción con los nuevos dueños del Valencia. Finalmente, el club hubo de pagar 1,5 millones de euros de indemnización a Pizzi, que abandonó el club con elegancia, sin estridencias. «Sólo me molestaron las formas, el manoseo», dijo en su despedida, una rueda de prensa costeada por él en un hotel de Valencia.