Los 25 exfutbolistas de distintas generaciones se contagiaron de la devoción de Mestalla por Españeta y trataron de mantearlo. No pudieron, claro. El mítico utillero, que se despedía ayer tras 55 años de dedicación al club, tiene 78 años. El afecto a Españeta se fundió con una emocionante interpretación del himno regional por parte de un coro de niños. La energía de Españeta se trasladó a la grada, que antes tuvo de todo.

El abrazo de la mascota no le sirvió de consuelo. Dani Parejo se llevó la mayor bronca de la noche. Acudió al podio del centro del campo como si acudiera al caldalso. Sabía lo que le esperaba. La gente no le perdona que quisiera irse al Sevilla. Ni que presionara con entrenamientos a medio gas. El primero en salir al césped había sido Bakkali, después Robert Ibáñez, Fede Cartabia, Siqueira, Vezo... jugadores con poco peso. Indiferencia. Los primeros pitos llegaron cuando entró Aderlán Santos. Mestalla, todavía con la gente entrando al campo, le hizo sentir el desafecto tras una primer temporada tan discreta. La intensidad de la bronca creció con Abdennour, otro central poco estimado. Cambió el estado de ánimo cuando entró Álvaro Medrán. Llegó el turno de los aplausos ante la expectativa de los nuevos, un regalo sin abrir: Martín Montoya.

La gente se puso de pie para aplaudir a Jaume, primeras emociones, el chico se ha ganado un respeto. El pulgar siguió para arriba con Santi Mina, Gayà y, por supuesto, Nani. Hubo frialdad con el entrenador, algunos pitos y unos pocos aplausos. La unanimidad se produjo con Alcácer, el símbolo, el goleador querido por todos. También por el Barça, con quien flirteó Peter Lim antes de rechazar la oferta. Mestalla marcó una línea entre buenos y malos. Y Españeta era el número 1.