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Un favor

Un favor

Qué mal le viene al Valencia empezar mañana la Liga. Ha intentado dilatar su comparecencia competitiva al máximo hasta conseguir traerla al lunes canario, pero a todas luces sigue siendo precipitado. Le hubiera venido mejor comenzar la Liga 16/17 de aquí unos años. Porque el Valencia, el más viscoso, el más cainita, el más clasista, sigue dejándose ver actuando atenazado por su pasado más inmediato, bajo el marco de un proceso de subasta entre castas. Continúen, todo va fenomenal.

Debería procurarse una ceremonia pública para, en el interior de un cofre, depositar el escudo del Valencia CF y entregárselo en el kilómetro cero fundacional (la ubicación falsa no, la otra) a Lim. Todo esto es tuyo, que no quepa duda, lo lograste, no es un equipo inglés pero tampoco está mal. Ahora que todo es tuyo, ¿qué?, ¿qué piensas hacer con ello?

Las justificaciones o las andanadas a propósito del limismo parecen una continuación de un proceso de venta repleto de cadáveres (alguno incluso con toda vocación carcelaria). Lo peor en cualquier caso no es eso, lo peor es lo fácil que hemos psicosomatizado la vulgaridad gestora de la ya no tan nueva propiedad, lo sencillo que ha sido el trance de aceptar que quienes vinieron con voluntad transformadora apenas no han maquillado algunas cosas para mantener y en algunos casos redoblar las cuotas de destarifo.

Justificarlo, aplicarle una pátina dulce, apelar a que los de antes eran peor posiblemente sea hacerle un favor a Meriton para no complicar su existencia más allá de lo mucho que ellos se la complican. En cambio no es de ninguna manera hacerle un favor al Valencia, necesitado de exigencia social. La exigencia social es leerle la cartilla a quienes te dirigen cuando lo hacen mal, no echarle cuatro silbidos a cualquier futbolista tatuado y en trance.

Sí, hagámonos un favor, practiquemos de verdad la exigencia dando por descontado que el proceso de venta acabó y ya todo es de ellos. Lo contrario, terminar absorbiendo como excusas las prolongadas sesiones de perdón de la presidenta de asuntos sociales Layhoon y asimilar la falta de altura en la gestión, es rebajar todavía más el nivel de autoestima de este club.

En condiciones normales es justo que el VCF pase por una travesía en el desierto como consecuencia de propietarios que solían vejar la propiedad sin miramientos y que dejaron las arcas temblando y el futuro chamuscado.

El limismo prometió ambición interplanetaria (no, no fue solo su entorno, fueron ellos desde sus vocecitas oficiales), pero tampoco se lo tengamos en cuenta, podemos asumir que se equivocaron en sus pronósticos. Lo que es inasumible es este despropósito colosal de un club acabado de levantar. Porque incluso para atravesar entre penurias cabe la elegancia, velar por el futuro. Nada de eso ahora.

Mientras que el juego limpio financiero debió sobrepasarse solo, las pautas deportivas del equipo se asemejan a las de un Deportivo con aspiración de formar promesas ajenas. La sede del club es móvil, apátrida, porque nadie la ubica ni asume.

Qué más dará si Alcácer se vende o no. Si es por un precio justo, poco dramatismo (teniendo en cuenta el brío escaso del jugador para reivindicar su pertenencia). El drama cierto es qué hay detrás de vender a Alcácer, qué proyecto. Y solo se ve a Lim actuando de espaldas al club.

En los próximos días se aplicará el placebo preceptivo para digerir la nueva rutina, volverán a pedir perdón a susurros, pero el mejor favor que nos podemos hacer, no se me ocurre otro, que el de dejar de justificar lo que no tiene justificación alguna.

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